Miedo al éxito

Sobrepasemos a Fromm.

El miedo a la libertad sólo puede entenderse como una posibilidad indefinida de acción, que paraliza y aborta todo intento de trascendencia.

Si los problemas, trabas y enojos son anclas, el miedo a la libertad queda como un estatus que empeora: el miedo al éxito es el segundo paso.

La libertad malograda se traduce en fracaso. Y el ser exitoso, con una libertad de acción mayor, incrementa la inseguridad y los cuestionamientos morales, por básicos o complicados que sean:

la religión y la economía no se llevan, ni se han llevado nunca, bien.

De aquí la frustración de ser católico profesante y un hombre de negocios en ciernes... de aquí también que quizá el único camino sea ser un católico de misa diaria y un humanista, o historiador. García Icazbalceta como ejemplo es lo más idóneo.

Si por éxito entiendo, desde el punto de vista de esa moral que no quise pero me fue impuesta desde la infancia, el alejarse del 'cielo prometido', deberé entonces afrontar, con los ojos abiertos y sin parpadeos, que el incrementar uno decrementa al otro.

Podrá aducirse que los ricos entran, y seguirán entrando -quizá en contadas ocasiones, pero algunos habrá- a ese reino prometido.

Mas desde el punto de vista más precario, inferior, el escalar posiciones sociales conlleva la traición de la paz interior.

Esto es lo que se juega a cada momento, a cada instante: la paz interior.

Miedo al éxito, a fin de cuentas, no es otra cosa que miedo al infierno.

Comentarios