Conjuro para destrozar distancias.

A Alejandro O. Nappa

Porque la distancia no importa
si la emoción es tanta.

Continuo presente inundado de tiempo.
Continuo presente inundado de vida.

[Quizá aún no es tiempo.
Y la noche, lejana aún
llega de puntillas
con pasos de ballet,
danzando,
danzando.]

Porque importa la emoción
cuando la distancia es tanta.

Llegará de la voz el murmullo
una letra y su letargo
de significados y formas
de voces y colores.

Después de la noche con estrellas
las estrellas de la noche
dormirán una a una
auroras por lecho, amanecer por sábanas.

De los días
más profundos
queda el recuerdo oscuro de la calma.

Del cenit rey
la luz que baña el rostro
acariciando los labios.

Desaparece la ira
con su dolor y vacío:
jamás las sombras resisten
de la luz el canto.

Entonces llamaré por su nombre
a cada uno de los astros.
[Nombrar es otra manera
de acallar los temores,
de reconocernos en la voz
que brota de nuestro corazón maltrecho.]

El desfile comenzará pronto:
algarabía de músicas
esféricas celestiales,
risas llenas de luz,
pequeños fragmentos de tiempo
engarzados con hilillos
de rocíos y lloviznas.

Lo sabemos:
del orbe las traslaciones
siempre han sido nuestras.
La vida y su constante
reflejo de pretéritos y futuros
es el fruto prohibido
al alcance de la mano.

Quizá entonces decidas
que el temor ha durado bastante.
Y disfrutarás la dulzura
escondida en el centro
de todas las cosas.

Porque la distancia no importa
si la emoción es tanta.

No te preocupes:
el paraíso comienza
más allá de las puertas.

J. Francisco A. Elizalde
México, Frontera Norte, 15-sep-2006

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