De las R. H., o por qué en este blog nunca firma nadie

Las relaciones humanas, entendidas como la interacción en sus distintos niveles que existe cuando una persona se acerca a otra, y entabla una comunicación cualquiera, han venido sofisticándose hasta puntos jamás antes imaginados.

Tiempos hubo en que, por ejemplo, me consumía la frustración de no recibir jamás un telefonema de alguno de mis amigos. De vez en vez los llamaba buscando noticias, intentando no sentir esa distancia de por medio, haciendo uso de tarjetas telefónicas que agotaban mis bolsillos, recibiendo en un par de palabras la certeza de que aún seguía vivo.

Poco a poco esta sensación de abandono, de ira o furia, fue desapareciendo, tornándose aceptación en la acepción más literal de la palabra. Es decir, ellos, mis amigos, son como son, y por alguna razón que desconozco hasta la fecha, no intentan llamar siquiera para desearme un buen y feliz año nuevo, mucho menos para mi cumpleaños.

Diré que mi tristeza fue mayúscula cuando algunos de ellos se casaron, y después supieron que venían sendos herederos en camino...? Pensé -ilusamente- que en situaciones así, por lo menos se tomarían la molestia de llamar alguna vez... y de no haber sido por circunstancias extrañas en que llamé a uno, hace poco más de un año -para el 19 de septiembre, exactamente-, nunca me hubiera enterado de que hay una razón más para sentirse alegres. De otro, que me comunicó un mes después la noticia, aún cuando su letrerito del messenger lo gritaba a los cuatro vientos, me llegó la noticia, tarde pero llegó. Reflexiono aún sobre actitudes a las que no encuentro lógica. Es decir, el miedo a establecer lazos de amistad, de cordialidad, de comprensión y solidaridad existe porque tenemos miedo a aquello que nos ate, nos una, a 'alguien' más, ya que cualquiera de las expresiones anteriores supone un 'tornarse' vulnerable con aquel en quien se ha puesto determinada confianza. Seguro que al saber del embarazo de sus esposas, mis amigos hicieron anuncio formal a los cuatro vientos, padres, hermanos, tíos, abuelos, amigos cercanos. Y quizá ese es el problema: soy un ausente, separado por un millar de kilómetros, de su vida, de su permanencia en el mundo actual, de esa esfera llamada 'cotidianeidad'. ¿Es esa una justificación para el silencio?

Los blogs nos muestran una imagen de lo cotidiano salpimentada con nociones varias: la observación psicológica aguda, el ludus de los términos y frases con dobles y triples sentidos, la posibilidad de ejercer la profesión de ensayistas y escritores y poetas y rapsodas aún cuando quizá en la facultad nos hayan jodido la capacidad creadora de hacer literatura.

Pienso en los blogs a los que poco a poco voy llegando, dígase Pela Lente, o el Levemente Erótico. Cuántas interacciones tuvieron que darse para que algún link perdido me llevara a ellos...? La teoría de Bourdieu y sus celdas sociales, dinámicamente estables, no puede venir más a cuento: la interacción está delimitada 'a priori' por las cualidades y los alcances intrínsecos de nuestras acciones, por más libres que se supongan.

Es aquí donde veo que hay blogs excelentes, que apenas si cuentan con uno o dos comentarios, y hay otros llenos de basura, que cuentan sus visitas en desbordantes páginas de comentarios. ¿Asistimos, acaso, a la depuración de una pseudo-cultura, a nivel hipertextual -entiéndase por hipertextual la acepción de Eco- donde la cultura de 'las masas' es independiente y hasta cierto punto 'extraña' al arte encerrado en la escritura y mantenimiento de un blog poco visitado...?

Llevando la cuestión más allá, exactamente, para qué escribir un blog?

Los hay, y los he visto y podido visitar, blogs que por sí solos dan para ensamblar una novela expresionista, una bitácora de viaje, o un relato fantástico. Es decir: el talento se desperdicia sin límites.

Qué me impide, por ejemplo, en lugar de escribir en este blog, asumir la tarea de terminar la novela que tengo escrita a medias? O terminar mi traducción de seis capítulos de Pierio Valeriano que tengo en descanso desde hace 12 años...?

Diré que, una solución precaria, acelerada, de estos cuestionamientos, es que, lamentablemente, el arte de la conversación oral, con interlocutores 'in situ', está perdiéndose.

Y esto último, es más monstruoso de lo que parece -¿ha llegado el tiempo de dejar verdaderamente muertos y enterrados a los rapsodas inverosímiles que nos dieron la Ilíada y la Odisea?-.

Mr. Greg.

Post Scriptum: Me siento tranquilo, al saber que, en este blog, al que nunca llega nadie, quedará mi posibilidad, bien aprovechada, de expresar lo que he sentido en momentos de oscuridad, y quizá será también la posibilidad excelente para que, aquellos que me conocen un poco, sepan el por qué de algunas de las actitudes que, a mi pesar, constituyen rasgos innegables de mi personalidad íntegra [total].

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