Saramago o la terrible grandeza de lo simple.

Por fin, diez años después de adquirido, ayer pude leer las últimas páginas de Saramago y sus 6 cuentos prodigiosos.

El cuento final, conciso hasta el extremo, es de una brutalidad electrizante, su descripción de la castración del cerdo hace que literalmente nos estremezcamos, terminando con un temblor extraño que nos recorre de pies a cabeza. 'Desquite'. Pocas veces un título calzó tan bien en su contenido.

No siempre los comentarios de solapas y anteportadas son afortunados. De la edición que leí -Alfaguara Literaturas- es precisamente ese cuento el más dejado de lado. En una línea escueta se intenta agotar -imposible tarea- la lectura de esa media docena de cuartillas.

"Y Desquite es una brevísima parábola en que un muchacho contempla la castración de un cerdo y se lanza a un río para cruzarlo a nado, mientras lo mira una rana, sabiendo que en la orilla de enfrente lo espera una chica desnuda."


El simbolismo de la rana es algo que aún no puedo dilucidar.

Este fragmento lo he rescatado de un blog desaparecido:

"Corrió hacia el patio, pero no pasó del umbral de la puerta. Dos hombres y una mujer sujetaban a un cerdo. Otro hombre, con un cuchillo ensangrentado, le abría un tajo vertical en el escroto. En la paja brillaba ya un óvalo achatado, rojo. El cerdo temblaba entero, lanzaba gritos entre las quijadas que apretaba una cuerda. La herida se alargó, el testículo apareció, lechoso y rayado de sangre, los dedos del hombre se introdujeron en la abertura, tiraron, retorcieron, arrancaron. La mujer tenía el rostro pálido y crispado. Desataron al cerdo, le liberaron el hocico y uno de los hombres se agachó y cogió las dos piezas, gruesas y suaves. El animal dio una vuelta, perplejo, y se quedó con la cabeza baja, respirando con dificultad. Entonces el hombre se los tiró. El cerdo los mordió, masticó ansioso y tragó. La mujer dijo algunas palabras y los hombres se encogieron de hombros. Uno de ellos se rió. Fue en ese momento cuando vieron al muchacho en el umbral de la puerta. Se quedaron todos callados y, como si fuese la única cosa que pudiesen hacer en aquel momento, se pusieron a mirar al animal, que se había echado en la paja, suspirando, con el hocico sucio de su propia sangre."

En cuanto tenga el cuento completo, lo publicaré aquí.

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