De los fracasos o 'De Victoria abscondita'

Aïeux habló sabiamente del fracaso entendido nó como un final de un proceso cualquiera, sino como una parte importante del desarrollo de un trascurrir bien definido:

"La maquillación de la derrota esconde el rostro de una identidad que aceptamos en la medida en que la negamos; va siendo hora, como dices, de que la aceptemos, para que, trabajando de cara al presente, podamos mirar un pasado de progreso."

Mencionaré, con la promesa de extenderme sobre este tema un poco más adelante, un par de fracasos o derrotas histórico-literarias:

Primum.

Burckhardt. 'La cultura del Renacimiento en Italia'.
Puntualmente, Huizinga advierte que por sus premisas y argumentos 'a priori', la obra de Burckhardt contenía sus limitantes insuperables incluso antes de ser pensada, planeada. Huizinga pone de manifiesto una aberración histórica comúnmente no aceptada: El Renacimiento no existe.

Con todas sus letras, hace ver que el esfuerzo de Burckhardt por demostrar ante la 'Cultura Medieval' el individualismo y florecimiento de la personalidad [en el sentido humanista de la palabra] fracasa al tratar de establecer unos límites espacio-temporales, que a lo largo de estudios y obras dedicadas al tema han venido difuminando cada vez más, de forma que hoy es imposible decir exactamente qué es lo que abarcaba ese nombrado mil y una vez 'Renacimiento', y el [o los] hecho[s] desde los cuales podríamos apuntar un desarrollo bien definido. Todos los ejemplos traídos a cuento por Burckhardt se entienden perfectamente como productos finales de un proceso originado en el medioevo: más que un afán de sobresalir individualmente, ese individualismo es una afirmación innegable de las corrientes decimonónicas de toda una filosofía, religión, y forma de vida, cuyo culmen fue la Escolástica. Si sopesamos la afirmación de Huizinga, veremos y entenderemos el por qué de la filosofía escolástica que, sobrepasando el siglo XVI, seguía vigente incluso a mediados del s. XIX en universidades de distintos países, y cuyo peso se deja sentir una vez acallados los furores más extremos del existencialismo, cuando la Neoescolástica comienza a revalorar e integrar los últimos descubrimientos científicos, médicos, psicológicos [y demás].

Huizinga lo deja claro: una aproximación libre de prejuicios basada en un desarrollo integral que incluya el Medioevo no ha sido hecha aún, y el estudio del llamado 'Renacimiento' como una época de transición y nó como un culmen de esa pretendida época de oscuridad urge, y será una tarea de titanes, metafórica y literalmente hablando.

Secundum.

Marcelino Menéndez Pelayo: 'Historia de los Heterodoxos Españoles'.
1880 fue el año en que vió la luz esta obra, y su autor contaba entónces sólo 24 años. Para tener una idea más clara de esta empresa, lo siguiente:

Tomo 1. Madrid 1880. Imprenta de F. Maroto e hijos, Pelayo 34 · 804 páginas.
«Acabóse de imprimir en Madrid por F. Maroto e hijos. X Marzo de MDCCCLXXX.»

Tomo 2. Madrid 1880. Imprenta de F. Maroto e hijos, Pelayo 34 · 786 páginas.
«Acabóse de imprimir en Madrid por F. Maroto e hijos. X Diciembre de MDCCCLXXX.»

Tomo 3. Madrid 1881. Imprenta de F. Maroto e hijos, Pelayo 34 · 893 páginas.
«Acabóse de imprimir en Madrid por F. Maroto e hijos. XXVI Junio de MDCCCLXXXII.»
(La portada añade, sobre el autor: «e individuo de número de la Real Academia Española».)

En números redondos, 2400 páginas escritas por este español, celosísimo de su credo, a quien se acusaría más tarde de ser un apologista del catolicismo a machamartillo, escritas con el furor creativo de un erudito precoz, y tenaz como pocos.

Su obra hace un recuento de heterodoxias y de herejías, todas mirando de frente al catolicismo. Lo que a últimas fechas se echa de menos en la obra es que, de haber incluído otras creencias y cosmovisiones, se hubiera contado hoy día como un diccionario de religiones españolas [religiones españolas aquí tiene el sentido de lo autóctono, como variante definida de un entorno más general]. Dicha obra, a fuer de defensa furiosa contra los ataques de ese positivismo naciente, se escribe de un tirón, y advertimos en el desarrollo y exposición que el consumo de notas y explicaciones eruditas fue suculento, aunque faltó la digestión necesaria para obtener los jugos eminentemente nutritivos que pudieran cristalizar en una obra expositiva, más que acusativa.

Intercala Menéndez Pelayo a lo largo de la obra párrafos donde su opinión propia en vez de esclarecer un punto cualquiera, resulta ser una arenga 'en favor de...' Históricamente hablando, es difícil leer esta obra como un compendio -intención original del creador-, para hacerlo así, hay que desligar continuamente el dato histórico y el dato erudito, de la opinión personal y la defensa encendida.

Cuando leí ambas obras por vez primera, quizá lo hice en una edad donde las principales características de la escritura de entrambos autores coincidía con mi estado anímico y mi etapa intelectual correspondiente: recién acababa de cumplir los veinte años.

Me deslubraron el detalle, la prolijidad de ambos, los planes magníficos y ambiciosos en el trazo y desarrollo de los libros, esa temeridad ante las grandes empresas que, hasta llegado Umberto Eco y su roman 'Il nome della rosa' no volvimos a encontrar.

He leído reseñas, anotaciones, discursos, que hacen notar las deficiencias, los límites, y, en palabra y voz de Aïeux: la derrota de los autores y sus proyectos.

Trabajos y empeños han sido superados por el conocimiento, investigación y creciente ampliación de horizontes llevada a cabo por los estudios históricos. Mas esos documentos y sus intenciones primigenias son válidos aún, y como tales, permanecen insuperados... y presiento que insuperables.

Qué autor nos puede llevar con la misma efusión y ánimo por las galerías increíbles de pequeños datos y rasgos como lo hace Burckhardt...?

Qué autor nos ofrece su visión eufórica y audaz de una visión del mundo, que deje en claro una concepción capaz de ser rebatida, o defendida...?

Ambas obras pueden ser tomadas como fracasos, o derrotas, frente a metodologías e ideologías. Empero, si es posible que esas categorías, de lo fallido e insuficiente, se aplique a ellas mismas, es por la simple y sencilla razón de que sus autores dejaron en claro, sin ambivalencias ni dobles intenciones, su sentir, concepción, y cosmovisión.

Mr. Greg.

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