Cvltvra

Carlos Torres, nuestro extrañado y querido maestro de latinidad, nos decía que la cultura como palabra tenía la misma raíz que la palabra cultivo.

Desde allí hay camino suficiente para agotar posts y posts.

Cierto que la cultura como tal no es monopolio de 'cultos'; cierto, también, que la cultura es elitista 'per se'. Implica trascendencia, en todos los sentidos. Como trascendente, la cultura tiene raíces profundas en la cotidianeidad, entendida como una manifestación de vida [nótese: NO un 'modus vivendi'.]

Su identificación con la literatura, con la música, pintura, escultura y demás no vino originalmente de una intención surgida en los ámbitos propios de estas disciplinas: la cultura nace y surge al revés. La música refina a los músicos, la pintura a los pintores, la literatura a los escritores. El grado de idealización alcanzable en cada una de las artes varía, y aunque el común de los mortales puede, por ejemplo, soplar por la boquilla de una flauta, escribir un verso o dibujar algunas líneas que nos 'representen' algo, es en esta capacidad de representación que comienza a desarrollarse y señorea la cultura, no antes.

Se puede escribir sobre la vida diaria, el subir o bajar de un autobús o colectivo, se puede escribir sobre las barriadas y cinturones de miseria, sobre corridas de toros o peleas caninas. El cómo se haga definirá absolutamente si lo escrito, compuesto o dibujado merece el apelativo de 'culto' o nó.

Esta delimitación nos lleva a aceptar que, efectivamente, la cultura tiene raíces en lo cotidiano, y también puede tener raíces en lo cotidiano en cuanto el transcurrir humano no es común y único: la experiencia 'intelectual' de un lector 'culto' sobrepasa la lectura de un lector de sensacionalistas vespertinos, y novelas ilustradas tipo 'el libro vaquero'.

Así, no puedo negar que la cultura se encuentra inmersa en la realidad: banal o estudiada, común o afinada, siempre será un 'cultivo' del espíritu humano, gradable tanto en positivo como en negativo [en el caso de la vía negativa, es necesaria una conciencia que nos permita advertir la degradación, y como tal, esta conciencia sobrepasa la aceptación 'inmediata' de una realidad cualquiera.]

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