Refinamiento y Barbarie

A propósito de la comentada y citada última película de Mel Gibson, 'Apocalypto', he estado, el día de hoy con temperaturas quasi gélidas, dándole vueltas al asunto de por qué la indignación de algunas etnias indígenas, y si será -en parte sí- todo un acto de mercadotecnia y publicidad.

Las culturas precolombinas tenían en común un valor hoy casi extinto: la vida como tal comenzaba y terminaba todos los días. No sabemos cuánto pavor sentían al caer la noche, con la amenaza perpetua de que al final de ese ciclo de 52 años el astro rey ya no volviera a salir nunca más, y terminara la existencia de la raza humana hundida en tiniebla y miedo.

Los mexicas, en su peregrinación desde Aztlán, pasaron, dice Angel María Garibay Kintana en alguno de sus libros rescatados, por Xallpan. Cerca de esa anotación rescta un párrafo donde menciona que a lo largo de la peregrinación los sacerdotes y sabios iban tomando anotaciones de los distintos movimientos de los astros, que iban guardando celosamente y actualizando día con día.

La herencia exactísima de su cómputo del tiempo, y también la extremadamente exacta del cómputo del tiempo maya, no son un solo rostro para mostrar. Los mexicas tenían la Guerra Florida, en alguna celebración 10,000 prisioneros, según los datos rescatados por Sahagún, cayeron bajo el cuchillo de pedernal de los sacerdotes.

Tenemos la barbarie y el máximo refinamiento en una sola cultura.

No veo a qué viene el escándalo de mostrar algo como es. En esta cultura cibernética de videos en el Youtube, donde vemos a los snippers árabes jugando al tiro al blanco con soldados gringos, donde pudimos ver la otra cara de la muerte de Saddam, donde podemos asistir a los suicidios grabados con teléfonos celulares, seguimos teniendo exactamente las mismas condiciones que antaño: el refinamiento y la tecnología llevadas al máximo en un dispositivo de cinco por doce por un centímetro capaz de tomar video y enviarlo instantáneamente a otro lado del mundo, y los mismos seres humanos capaces de llevar la violencia hasta límites insospechados.

Como dijeran los autores anónimos de las Carmina Burana:

Fortunae rota volvitur.

Y, desafortunadamente, por más vueltas que dé la historia, parece que sus ejes seguirán siendo los mismos.

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