Anécdota herética [chiste, sería mejor llamarle]

La narración me la contó un sacristán, allá en Zacatecas.

...Es un chiste sacrílego.

Llega un nuevo cura al pueblo, precedido por su fama, de buen bebedor, fumador, y con ciertas debilidades carnales que no entran aquí a cuento.

La primera vez que ofició misa, el sacristán ve que el nuevo párroco saca de un pequeño maletín su propio cáliz. Sorpresa y escándalo sintió al ver que dentro del cáliz habían un par de figuras grabadas, cerca del borde la figura de un pequeño demonio, y en la parte más honda del mismo, la figura de un pequeño crucifijo.

Llega la hora de la misa, y cuando el sacristán se acerca a verter el vino en el cáliz, escucha al cura decir: "hijo mío, sírvele vino hasta que se ahogue el diablo".

Rebosante el cáliz de vino con un par de gotas de agua, se prosigue con el rito. Después de la consagración, y con voz más baja aún que la de costumbre, exactamente antes de dar la comunión a los fieles congregados, el sacristán alcanzó a oir al párroco que decía:

"'Ora sí, ¡hasta no verte, Jesús mío!"

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