Herejía en una palabra

En los años de claustro, un sacerdote formador, encargado de darnos clases de Catequética e Historia de la Salvación, nos llamó duramente la atención por la forma en que algunos compañeros, venidos de regiones apartadas de la capital del estado, respondían algunas jaculatorias, empleadas en los rezos diarios.

La más fuerte, y que aún hoy escucho más frecuentemente de lo que quisiera, es precisamente aquella que dice:

"Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén."

Esta es la forma incorrecta de decirla. La correcta es la siguiente:

"Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén."

Razones varias, expondré dos: una de carácter histórico-consuetudinario, y otra de carácter teológico.

Remarcar "un principio" es ponerlo en una serie de sucesos continuos. Un principio, dos principios... ad infinitum. Es decir, comienza una serie numeral susceptible de repetirse cada tantos espacios computables de tiempo.
Esta es una herejía, precisamente la que denuncia San Agustín en aquel párrafo que tanto gustó y sirvió a Borges para tramar algunos de sus cuentos. Significaría que la creación como tal es cíclica, por tanto, se perdería el albedrío humano en un vericueto de repeticiones, y la salvación como tal no tendría sentido.

Ahora bien, la segunda observación [quizá no es una razón]: esto mismo, el enunciado de una alabanza, cuando nó de una verdad de fé, en ambientes etéreos como lo son los de las especulaciones teológicas, llevó a muchos a la hoguera.

Hay otras herejías de una sola palabra, o incluso, sílaba, como la del Homoousíos... pero lo dejaremos para otro post.

Lamentable que se siga rezando mal... y que muchas veces los curas, encargados de dirigir al pueblo, no se tomen el tiempo para sopesar las consecuencias -no futuras, sino pasadas- encerradas en el cambio de una sola palabra.

Comentarios