Ser-rnández

Incontables veces oí, escuché la canción. Esas cebollas, el arrullo, los versos sencillos y sin dobleces habían taladrado mis oídos, algunos minutos de mi vida.

Esta última semana, la iluminación. Ya no escucho, ya no oigo. Comparto. Conozco y sé conocen la historia, ese poema casi último que más allá de ser una despedida, es un acto de fé: aquí me quedo. Él pensaba en su hijo, y cantaba también a su mujer, los vemos tan perfectamente delineados que no hacen falta cinematógrafos, fotografías, anotaciones extras.



Esta semana también he llorado, me he entristecido y me he alegrado con Hernández.

Gracias, Serrat, por haber terminado de grabar en la memoria ese poema, pedazo de vida disfrazado de versos.

Comentarios