Libros muertos

Recuerdo con estremecimiento aquella escena*: el viajero dirige sus pasos hacia el librero. Intenta sacar uno del estante, y cae pulverizado de sus manos. En su cara una mueca de frustración, desesperanza, ansiedad. Y un diálogo que he olvidado.

Libros muertos.

Quizá todas las letras que tenemos amontonadas en nuestros respectivos libreros han muerto también.

Quizá lo único que no hemos permitido es que nos exijan su certificado de defunción.

Quizá por eso seguimos leyéndolos.


*La máquina del tiempo, en su versión más reciente.

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