Sobre el aborto, otros problemas sociales, y su trasfondo [II]

En la sociedad permisiva la familia no es ya una unidad de producción, sino una unidad de consumo de biomasa por un lado y, por otro, un reducto dominado por el instinto de conservación y, lo que es más grave, de reproducción. De ahí que se fomente el amor estéril o híbrido, el aborto, el divorcio, la promiscuidad y la rebeldía contra la autoridad paterna, el descrédito de la figura del padre. Véase toda la distancia que va, en el mundo del cine, de la película Rebelde sin causa a la película Padre padrone. La rebeldía adolescente ha existido siempre y siempre existirá; es más, debe existir. Lo que pasa es que en los años 50 no se le reconocían motivos racionales y a partir del 68 se la racionaliza hasta lo absurdo.
Del mismo modo que a la familia se la destruye dispersando a sus miembros o legalizando, justificando o institucionalizando sus enfrentamientos, a la patria, que es una comunidad de destino (Frobenius), una unidad de destino (José Antonio y Ortega), un quehacer común (Ortega y José Antonio), se la deshace enfrentando a sus pueblos entre sí y a sus clases, por la doble vía del racismo y el clasismo, de la lucha de etnias y la lucha de clases, hasta llegar al punto de que, mientras los tribunales de justicia castigan -todavía- el delito de aborto lo más levemente que pueden, tratando de adecuar unas leyes anticuadas a la nueva moral oficial, por otro lado se niegan a reconocer la anacrónica atenuante del patriotismo a otros delitos políticos, no contra la sociedad ni contra los hombres, sino contra unas estructuras mucho más anacrónicas aún.

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