Sobre el aborto, otros problemas sociales, y su trasfondo [I]

El hombre de Occidente, pues, "la humanidad civilizada", que diría Lorenz, no teme ya a las fuerzas de la naturaleza, a las que ha sojuzgado, ni a los cuatro jinetes, a quienes ha vencido. ¿Qué teme pues? Tiene miedo del propio número de bocas y del agotamiento de los recursos para alimentarlas. La relación entre la biomasa humana y la biomasa de las demás especies se ha invertido; el equilibrio se ha roto y, ante el temor de que se agote la biomasa alimentaria, recupera los temores de aquel clérigo clarividente que fue Malthus y cambia por completo sus valores morales.
Nunca entenderemos la nueva moral si no se nos mete en la cabeza que ahora no se trata de conservar la especie, sino de diezmar la especie, pero haciéndolo de un modo "humanitario". Para ello se legalizan determinados actos, se despenalizan otros y se deja al hombre corriente desamparado, a merced de los depredadores y parásitos de su misma especie. La sociedad represiva se ha convertido en sociedad permisiva y ello ha llevado consigo una radical inversión de escala de valores. Las palabras siguen siendo las mismas, pero significan cosas distintas e incluso opuestas. Cuando los prohombres de esta sociedad hablan de "rearme moral", "estilo ético" y demás zarandajas, lo hacen con perfecto conocimiento de causa, es decir, con premeditación y alevosía. Sin embargo, hay mucha gente todavía, chapada moralmente a la antigua, que toma las palabras por su valor nominal y se escandaliza cuando en los mass media o en la legislación esas palabras se convierten en hechos. En la sociedad represeiva el aborto, la promiscuidad, las aberraciones sexuales, el impudor, la toxicomanía, el suicidio, la eutanasia, eran actos contrarios a la moral porque eran contrarios a la conservación de la especie. Como los hombres no son ángeles, la represión moral de esos actos tenía dos válvulas de escape: la infracción y la hipocresía. Esa sociedad se articulaba sobre tres pilares: la religión, la patria y la familia; la religión en cuanto fundamento metafísico e institucional de la moral; la patria en cuanto espacio sagrado y organismo colectivo de defensa y ataque; la familia en cuanto centro primario de transmisión de valores y unidad de producción de biomasa. Esos tres soportes de la sociedad represiva son para la sociedad permisiva otros tantos estorbos, y a su eliminación se dirige el tiro concentrado de los legisladores y de los fabricantes de la opinión pública.

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