Freud - El tabú de la virginidad [párrafos iniciales]

EL TABÚ DE LA VIRGINIDAD

Sigmund Freud

1917 [1918]


ENTRE las peculiaridades de la vida sexual de los pueblos primitivos no hay ninguna tan ajena a nuestros sentimientos como su valoración de la virginidad. Para nosotros, el hecho de que el hombre conceda un supremo valor a la integridad sexual de su pretendida es algo tan natural e indiscutible que, al intentar aducir las razones en que fundamos tal juicio, pasamos por un momento de perplejidad. Pero no tardamos en advertir que la demanda de que la mujer no lleve al matrimonio el recuerdo del comercio sexual con otro hombre no es sino una ampliación consecuente del derecho exclusivo de propiedad que constituye la esencia de la monogamia, una extensión de este monopolio al pretérito de la mujer.

Sentado esto, no nos es ya difícil justificar lo que antes hubo de parecernos un prejuicio nacido de nuestras opiniones sobre la vida erótica femenina. El hombre que ha sido el primero en satisfacer los deseos amorosos de la mujer, trabajosamente refrenados durante largos años, y habiendo tenido que vencer previamente las resistencias creadas en ella por la educación y el medio ambiente, es el que ella conduce a una asociación duradera, cuya posibilidad excluye para los demás. Sobre este hecho como base, se establece para la mujer una servidumbre que garantiza su posesión ininterrumpida y le otorga capacidad de resistencia contra nuevas impresiones y tentaciones.

La expresión «servidumbre sexual» fue elegida en 1892 por Krafft-Ebing para designar el hecho de que una persona puede llegar a depender en un grado extraordinario de otra con la que mantiene relaciones sexuales. Esta servidumbre puede alcanzar algunas veces caracteres extremos, llegando a la pérdida de toda voluntad propia y al sacrificio de los mayores intereses personales, Ahora bien: el autor no olvida advertir que cierta medida de tal servidumbre «es absolutamente necesaria si el lazo ha de lograr alguna duración». Esta cierta medida de servidumbre sexual es, en efecto, indispensable como garantía del matrimonio, y tal y como éste se entiende en los países civilizados, y para su defensa contra las tendencias polígamas que lo amenazan. Entendiéndolo así, nuestra sociedad civilizada ha reconocido siempre este importante factor.

[...]

Comentarios