De Nativitate Domini

El día 24, a las nueve de la noche, asistí a misa con la familia. Estuvo Yaretzi, Astrid, mis suegros, mis padres, algunos de mis hermanos. Escuchamos -intentamos escuchar- como todas las navidades la lectura del evangelio, precedidas por las lecturas de rigor.

Será que efectivamente algunos sectores del cerebro, y del pensamiento pasivo, se activan en ciertas circunstancias, la atención me abandonó unos instantes, los suficientes para analizar la lectura evangélica en cuestión.

Lo diré por enésima vez: soy católico de misa los domingos, y algunas fiestas de guardar. No voy a misa el jueves de Corpus, porque dicha fiesta es una pendejada [para los católicos que verdaderamente lo son, todos los días son días de Corpus]. Pero bueno, comenzó el sacerdote con la lectura del texto evangélico, bajo la mirada atenta y piadosa de nuestro señor obispo, que es piadoso y amable cual puede serlo un obispo.

Las palabras del texto me dejaron frío, alguna vez en algún post anterior apunté que las verdades mejor escondidas son las que se esconden a plena luz del día. En esta ocasión dicha afirmación cobra un sentido sobrado: la narración del nacimiento es clara y diáfana hasta el extremo, y ajena, cuanto puede serla, de milagros donde obren fuerzas sobrenaturales.

Partiendo de los hechos bien sabidos y comprobados:

-que en tiempo del Cristo habían un montón de sectas, algunas con tintes religiosos y otras eminentemente políticas [no son los mismos ni fariseos, saduceos, zelotes o zelotas, esenios, levitas y demás].
-que las versiones primigenias de los evangelios fluctuaban entre el griego y los dialectos vernáculos.
-que la presencia esenia era mucho más extensa de lo que en un primer momento puede pensarse, y que después esta presencia degeneró en movimientos gnósticos...

entonces una lectura de ese pasaje bíblico, perfectamente literal y sin violentar el sentido del texto puede darse, y dejaría de lado todo tinte de falsa milagrería... resaltando el hecho más importante: quien debía ser el Mesías nace en un punto exacto del transcurrir histórico, en un punto exacto de la geografía sagrada.

Cuando José y María y la caravana donde viajaban -caravanas eran las antecesoras directas de los actuales autobuses... la diferencia era que cada quien iba donde podía: mulas, burros, a pie... pero todos juntos- se detienen, José y María que estaba encinta buscan refugio en alguna posada, y no le encuentran.

La cueva donde pernoctan eran por lo general estancias que hacían las veces de 'sótanos' donde se guardaba el ganado, o animales de carga, es decir, sobre ellas se situaban directamente los aposentos, u otros nichos o cuevas más adecuados para el descanso humano.

Todo mundo esperaba el cabal cumplimiento de las profecías. Es decir, todo mundo esperaba la llegada de una fecha exacta, en un lugar exacto, unívoco, inequívoco. El Cristo llega a cumplir todas las profecías -no es en balde el modismo 'para que se cumplieran las escrituras' que aparece en diestra y siniestra en los evangelios sinópticos-.

Un mensajero es enviado a los demás pastores, o miembros de la caravana. Partiendo de una premisa anteriormente enumerada: los esenios tenían presencia en la región donde se registró el nacimiento. Vestían de blanco. Y la palabra griega, antes de denotar o designar entidades espirituales, significa 'mensajero'. Así es que un ángel -mensajero humano vestido de blanco, esenio- lleva la noticia a los pastores -viajantes de la caravana-.

Estos pastores van hacia el lugar. Pero el acontecimiento no puede reducirse a una mera adoración por parte de viajantes y nada más. El mismo ángel va y avisa a la comunidad entera, que marcha a ver al niño prometido, deseado, esperado. Canto de alegría, canto en coro, los demás hombres y mujeres vestidos de blanco inundan con su presencia los parajes agrestes de aquella tierra. Son y serán mensajeros: la noticia se regará por todo el territorio, hasta que dicha noticia, con bastante retardo, llegará a oídos de Herodes.

Se dice que murieron una treintena o cuarentena de niños en aquella matanza mítica. El hecho sucedió, y fué un hecho encerrado y con esencia netamente humana.

El nacimiento del Cristo también se dió desde una perspectiva y con características netamente humanas. La letra misma lo dice. Lo grita a los 4 vientos cada 24 de diciembre a media noche. Y es tal su fuerza que nos ha dejado aturdidos, semidormidos, atontados, los últimos años, los últimos siglos... el último milenio y medio.

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