Página 163, párrafo 3ro.

Fuera corren los perros de la muerte, animales guerreros amaestrados que muerden a todo el que esté durmiendo en el suelo, ya desde lejos oyen esa respiración tranquila que les indica que el dormido no puede defenderse, por supuesto también reconocen los ronquidos, perciben cada inspiración para acercarse sigilosamente, y cuando descubren un durmiente, las insignias de los cuellos les indican el camino. Luego, con su nariz, le empujan levemente en el cuello desnudo, pero de forma muy suave, para no hacerle cosquillas y para que no se despierte, los perros de la muerte buscan la nuez de adán. Entonces, con mucho cuidado, se la meten en la boca abierta, y, de repente, muerden con todas sus fuerzas, tan rápido que su víctima no puede gritar de dolor porque ya le han arrancado la garganta de un mordisco. Porque estos perros de la muerte se encargan de que nadie de ahí fuera vuelva a pronunciar ni una sola palabra. El brillo de estar vivo luce muy dentro de sus ojos y sangre de lobo fluye por sus venas.

Marcel Beyer, 'El técnico de sonido'.

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