Ma vlast III

Wittgenstein, en su Tractatus Logico-Philosophicus, advierte contra las limitaciones del lenguaje como tal, y pone el dedo en la llaga cuando esclarece que la mayor parte de la filosofía -y con ella, también la mayor parte de las artes que tratan de una u otra manera con el lenguaje en cuanto materia prima- ha tenido desarrollos y planteamientos inconvenientes por la fácil y errónea formulación de los problemas que pretende abarcar.

Quienes hayan tenido la paciencia de leer los dos posts anteriores, verán que sucede exactamente lo anunciado y denunciado por Ludwig: por fin, México existe o nó?

Es lo mismo que pretender dilucidar gramaticalmente aquello de 'no había nadie', o 'no queda nada': el lenguaje no alcanza para tanto, y el concepto mismo de 'nada' se sobrepone y anula con el de 'carencia', 'insuficiencia', 'falta de', pero pocas, en realidad poquísimas veces, como 'ausencia de'.

O ausencia, a secas.

El análisis de la personalidad de los mexicanos esbozado y elaborado por los escritores de la última mitad del siglo pasado dejó en claro que México, entendido como territorio con su gente, es un país o nación que aún está formándose. En proceso de evolución -evolución fracturada, pero evolución al fin y al cabo-, y que ha de llegar a encontrarse a sí mismo de la misma forma que un día las naciones y países con culturas 'maduras' fraguaron en una sola acción su devenir y porvenir histórico.

Algunos profetas de desgracias -entre los que me incluyo, qué hacerle- no podemos dejar de ver que en México los procesos cíclicos nos llevan a darnos de narices contra las evidencias espacio-temporales que asoman de siglo en siglo. No es mera coincidencia que la revolución mexicana haya sido en 1910, o que cien años antes, en 1810 se haya comenzado a manifestar el descontento del pueblo, tan bien aprovechado por el cura Hidalgo y cía. O que cien años antes en 1710 -poco más o menos- hayamos tenido revueltas internas sobre todo en las cárceles de la Nueva España, o que en 1610 el movimiento mismo del desarrollo mexicano se gestara con la aparición igual de milagrosa de la narración de las apariciones guadalupanas [primera edición: 1606].

Si nos vamos a 1510, veremos la coincidencia de fechas con la llegada de los primeros exploradores Españoles -arguende que ya sabemos en qué desembocó: la huida precipitada y 'a la mala' de Cortés, que zarpa desde Cuba como forajido y proscrito de la justicia- en fin, que circo, maroma y teatro no nos ha faltado en ningún momento, y los profetas y aves de mal agüero pensamos y estamos seguros que está gestándose la revolución que ha de dar de nueva cuenta al traste con todo, en un par de años más: 2010.

El EZLN, EPR y demás están esperando su momento. Incluso, movimientos y ataques desvirtuados como los llevados en contra de las FARCS y demás no son sino constataciones de esto mismo: algo está gestándose a pesar de los intentos de los gobiernos por contener y disminuir las voces de descotento que surgen entre la gente.

El problema de lo mexicano está aquí: enunciado pero aún nó resuelto. El sentimiento que permea en todas nuestras acciones es el mismo que embarga al sediento que llega al oasis: pasamos tanto tiempo muriéndonos de sed, que queremos sorbernos el mar entero en un trago.

Ojalá aceptemos que llegamos tarde a los avances tecnológicos -no a todos, como deja claro la UNAM y sus investigaciones de vanguardia, donde van involucrados científicos de la talla de Hugo DeGaris y demás- y que los jóvenes, desde que salió a las calles el 'rock en tu idioma' no han dejado de querer ser como los demás jóvenes, muchos de los cuales, en otros países, aún piensan que llevamos el copetito de plumas encima de la cabeza.

La realidad de lo mexicano como tal es incuestionable, indudable. La realidad del concepto de lo mexicano como tal no tiene fundamentos aún. Pero podemos seguir el proceso línea a línea, y encontraremos que, sin tristezas y sin orgullos, este sentimiento que nos ata a nada no es una negación consciente de lo que somos: es la forma última que adquiere nuestro esfuerzo, nuestra lucha por contestar las preguntas, único bagaje, que nos dejaron las generaciones inmediatamente anteriores a nosotros.

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