Meditatio mortis

Se dice que son, casi, lecciones aprender a bien morir. De repente se les dá un matiz filosófico, teológico, moral, que consiste en percibirse como plenamente mortal.

Esto último, como contraposición a lo que el filósofo judío holandés expresó de una vez y para siempre en su Ethica: Sentimur experimurque nos esse aeternos.

Como experiencia vivencial es algo que no le deseo a nadie, aunque sé que en ciertos estadios de crecimiento y maduración espiritual, es inevitable pasar por ello.

Me ha sucedido 2 veces. La primera sería a los 20 años.

En qué consiste? Para mí fué esto: insomnio en la noche, recostado en la cama, en la soledad perfecta de la casa. Ir recorriendo mentalmente uno a uno los espacios, visualizar hasta donde es posible la existencia y persistencia del lugar sin estar nosotros presentes. Visualizar en el continuo espacial las rutas, los caminos que empleamos para llegar de la casa al trabajo, a la escuela. Y percibir exactamente cómo se encontrarán en ese momento, estando nosotros ausentes.

Experimentar el mundo como vivo, movimiento continuo que no se interrumpe un solo instante. Observar detalladamente lo que hacen los demás en ese momento. El sueño profundo y reparador de los hermanos, de los padres. El estado de putrefacción y sequedad de nuestros familiares fallecidos. En fin, ver la maquinaria completa del mundo estando nosotros fuera. Advertir que nuestra pareja seguirá su vida sin nosotros. Que nuestros padres llorarán y después de algunos meses podrán vivir y pasar un día sin recordarnos con dolor. Que los amigos siguen sus vidas, absortos en el transcurrir propio.

Eso es la meditatio mortis para mí. Un aniquilamiento total y completo de la propia existencia, y la observación meticulosa, desde ese aniquilamiento, de un mundo que no se desmorona.

La segunda ocasión fue pocos años después. En 1999.

Sucedió igual, ni más ni menos.

Hay que tener en claro que no se siente angustia, ni miedo, no es un hecho de por sí que produzca zozobra. Pero al terminar, deja una sensación ciertísima de que el mundo no se detendrá una vez que hayamos partido.

Esto es esperanzador si pensamos 'en función de' los demás. Los amigos, la familia, la pareja.

Pero si alguien está encerrado y su crecimiento ha sido casi nulo, entonces una experiencia como esa será lo más cercano al infierno que pueda encontrarse en este mundo.

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