Mierda!

Otro aspecto de este proceso es, cómo ha cambiado la narrativa que usamos para entender nuestras vidas. En el libro ‘Los hombres son de martes, Las mujeres de venus’ (1992), John Gray propuso una versión vulgarizada del psicoanálisis narrativodesconstructivista.
Mientras que nosotros somos últimamente los cuentos que nos contamos a nosotros mismos sobre nosotros mismos, el conflicto psíquico queda bloqueado sin resolver pero se lo ‘reinscribe’ positivamente’ en la narrativa de nuestro pasado. Lo que él tiene en mente, no es solamente la terapia tradicional cognoscitiva de cambiar las ‘ falsas creencias’ negativas de una persona con respeto a sí mismo, en favor de la seguridad de que los otros nos quieren y somos capaces de logros creativos, sino de un procedimiento más radical pseudo-fruediano de regresar a la escena de la herida traumática primordial. Gray acepta la noción psicoanalítica de que una experiencia de la primera infancia siempre afecta el desarollo del sujeto, pero le atribuye un nuevo aspecto patológico. Lo que se propone es que, despues de regresar a la escena traúmática primordial y haberla confrontado, el sujeto debería, bajo la supervisión de un terapeuta, reinscribir esa escena, este último marco fantasmático de su subjetividad, como parte de una narrativa más benigna y productiva. Si por ejemplo, la escena primordial traumática que existe en su inconsciente, deformando e impidiendo su actitud creativa, es de que su padre le grita: "Tú no vales nada , te odio, nada bueno va a salir de tí " , la persona debe reinscribir la escena para que un padre
benevolente le sonría y le diga: " Tú eres bueno, tengo completa confianza en tí." (Por eso, la solución para el hombre-lobo sería regresar al coito de los padres a tergo y entonces refundir la escena, a fin de lograr que él vió a sus padres acostados en la cama, mientras el padre leía un periódico y su madre una novela sentimental.) Parece una cosa ridícula de hacer, pero hay una versión generalmente aceptada y ‘políticamente correcta’ de este proceso en el cual las minorías—étnicas, sexuales, y otras—escriben de nuevo su pasado de un modo más positivo y autoafirmativo (algunos afroamericanos claman que los imperios africanos tenían sofisticados
conocimientos científicos y tecnológicos mucho antes de la Edad Moderna Europea).
Imaginen un nueva escritura del Decálogo con el mismo criterio. ¿Es demasiado severo uno de los mandamientos? pues, regresemos al Monte Sinaí para escribirlo de nuevo: el adulterio—¡aprobado! puesto que es sincero y sirve a los fines de proveer a la autorealización. Lo que desaparece no es un hecho concreto sino lo real de un encuentro traumático cuyo papel organizador en la economía psíquica del sujeto resiste a su reinscripción simbólica.

Zizek, 'Tú puedes'.

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