Tres perfiles de lo masculino: Gutierritos, Casanova, Sade

La excelencia de las relaciones humanas para los filósofos griegos, radicaba en la amistad. Pocas veces se abarcaba una amistad heterosexual, de allí el fementido y erróneamente atribuido carácter de 'homosexual' que se dá a varios pensadores de la época, Platón el más llevado y traído.

Las relaciones interpersonales heterosexuales -sin el bagaje de conceptos y prejuicios que tenemos hoy día tras dos mil quinientos años de 'crecimiento y desarrollo cultural'- se reducían al encuentro íntimo, y la aproximación existente entre hombre y mujer y sus respectivos roles en una relación amorosa. La misma que iba desde el amor puro, de renuncia, posesión y sublimación, hasta el placer carnal que puso tan en boga a ciertas meretrices, que llegaban a tener en sus alcobas el destino completo de pueblos y naciones.

México, heredero directo de esta tradición 'occidental' ha fraguado en la psique del pueblo los comportamientos más descarnados y enconados susceptibles de encontrarse también en otras culturas.

No es tiempo ni lugar para un estudio profundo de aproximación a estos tres tipos propuestos -propuesta misma que bien pudiera ser errónea de pe a pá, pero pudiera servir para echar a andar los engranajes cerebrales de algún lector-, así que el esbozo de las mismas personalidades queda como eso. Un esbozo.


Gutierritos.

Cuando el flirteo comienza, y el hombre encargado de cargar con todo el peso del cortejo -recuérdese que hablamos de tipos, nó de realidades concretas, o de seres humanos específicos- cede esta misma función a la cortejada, se advierte que disminuye su propia valía ante los ojos de la mujer que se desea. Este proceso de aproximación viciado hace las veces de entronización y envoltura: entronización porque entre más se conoce a la otra persona, más se le admira, y va alzándola hasta colocarla en un pedestal de donde será dificilísimo quitarla. La envoltura sigue el mismo patrón, cualidad tras cualidad vá sublimándose y puliéndose esa visión y concepto de la mujer deseada, y resulta imposible romperla para tomar el objeto de sus cuidados ya que esta envoltura es el cúmulo de cualidades agregadas sobre las cualidades preexistentes.

La cifra de este tipo de relaciones es la frustración, enojo, ira por parte del cortejante, y la indiferencia creciente por parte de la cortejada quien advierte el poder inmenso que tiene sobre el solicitante, y haciendo uso de esas funciones y atribuciones concedidas y jamás pedidas, irá alejando de sí a quien no es capaz de tener un control mínimo de una posible relación.


Casanova.

Partiendo a la inversa, la imagen ideal de la mujer va siendo degradada paso por paso hasta quedar reducida a un mero objeto, sustituible por otras mujeres y que no causa absolutamente ningún remordimiento, y de quienes no se guarda ningún recuerdo. El ideal que se persigue, o punto de partida para iniciar la búsqueda, queda de pronto 'demasiado alto' cuando se compara con las mujeres 'de carne y hueso', con más debilidades que virtudes [los arquetipos suelen ser perfectos, o muy cercanos de lo perfecto]. Al descubrir que una mujer cualquiera no posee aquellas virtudes, características que la hacen valiosa a los ojos del conquistador entonces comienza un camino de descenso que no culminará hasta llegar a la posesión de la mujer deseada, y su posterior abandono una vez que ha cumplido su función de satisfactor. La amnesia que acompaña a este tipo de conquistas tiene visos más de costumbre que de patología. Personalidades bien definidas, con todas las características predominantes del 'sexo fuerte', el conquistador tipo Casanova termina siendo un desencantado crónico, consciente de su soledad y aislamiento, mas sin fuerza para romper con el rol y el círculo vicioso de su comportamiento y conquistas.


Sade.

El Divino Marqués une los extremos. Su búsqueda no ceja ante el dolor, el éxtasis, la abyección y la sublimación. La primera vez que lo leí -hace no mucho, la verdad- me quedé maravillado por la capacidad que tiene de diseccionar, parte por parte, el deseo, la pasión, el amor, el enamoramiento, y el odio, dejando ver lo común que tienen y lo fácil que es pasar de un estadio al otro. Su búsqueda abismal en los placeres más extremos del cuerpo exige la existencia de un placer y un plano que sobrepasa lo meramente carnal, y que al fin, presiente no podrá alcanzar por más descabellados que sean sus métodos.
La virtud concebida como un tipo de aberración es algo retomado por los escritores de los últimos años, el cine y la música están plagados de esta idea. Las orgías, el sadismo, el masoquismo, la homosexualidad y heterosexualidad, todos son caminos que recorre para encontrar algo capaz de soportar y sobrevivir a la mera disección de lo carnal. Libro tras libro aparece la incógnita, que bien pudiera ser formulada de esta manera:

y después de la entrega, después del éxtasis y del cuerpo, ¿qué hay? [o ¿qué queda?].

En nuestra sociedad, también moldeada por conceptos y prejuicios occidentales, no hay cabida para los divinos marqueses, éstos son en última instancia, considerados como criminales y terminan todos siendo encarcelados, o muertos a golpes por la turba.

En esta última categoría encontramos a los violadores, pederastas, pedófilos, swingers y demás. Común a casi todas estas vertientes: vivir en el límite de lo 'socialmente aceptable'.

Mientras un arquetipo como Gutierritos es identificable sólo como un fenómeno y se supone que prácticamente ya no existen, los arquetipos a lo Casanova son día tras día más comunes, incluso, pareciera que la sociedad misma alienta el nacimiento y proliferación de los mismos.

Divinos marqueses los seguirá habiendo, pero jamás tendremos una idea bastante clara para saber cuándo, y en qué momento siguen apareciendo, y de dónde surgieron.

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