A Mario Rosaldo

Pitié pur nous qui combattons toujours aux frontières
De l'illimité et de l'avenir
Pitié pour nos erreurs pitié pour nos péchés ...

Estimado Mario:

leyendo su contestación pensé -a la ligera, lo confieso- remitirle al magnífico análisis que se publicó en algún volumen perdido en la Biblioteca Virtual Cervantes -creo que de la revista Doxa- titulado sabrosamente: Ultrajando a la Constitución. En alguna parte de las entradas ya archivadas de este blog podrá encontrar el referente.

Ví que la réplica viene planteada de una sola vez, y sin ambigüedades ni dobleces, lo que facilita enormemente una contestación:

Mala o buena el poema debe tener calidad. Y sobre este asunto debería centrarse la discusión, la cual no se puede zanjar simplemente diciendo que literariamente es válido, pues antes hay que establecer qué es literariamente válido en general para todo poeta y en particular para el autor de esta entrada, que supongo es un poeta también.

Pero como las cosas se han dado dentro del marco de las leyes y los valores cívicos, y hasta de la moral, y no de la literatura, el centro de la discusión bien puede trasladarse a la pregunta de por qué la sanción no corresponde a la agitación que provocó la noticia en ciertos sectores sociales. O, mejor aún, ¿por qué la sanción fue tan irrisoria: no había nada que sancionar y sólo se dió satisfacción a dichos sectores?, o ¿qué sucedio?

Completamente de acuerdo, el problema de la calidad es tremendo, y su validez se prestaría también para dejar correr inútiles ríos de tinta. Apuntaré, brevísimamente: La validez y la correción son dos cosas distintas. Poéticamente válido y poéticamente correcto son dos características que pueden o nó estar presentes simultáneamente en un poema, y que no se excluyen así como tampoco se presupone que una coexista con la otra.

Cuando ambas coexisten, entonces se puede hablar de calidad. Así es como lo entiendo: como un escrito poéticamente válido, y poéticamente correcto, aunque los vocablos inclusos en él sean en ocasiones abominables. Exactamente lo mismo que pasa en la perfumería tradicional cuando a la fragancia más exquisita tiene que agregársele el almizcle o la orina de zorrillo, para fijar el aroma.

Es así que me baso en aquello clásicamente llamado Poiesis, para afirmar que el poema es válido, por más que algunos versos sean abyectos -vaya, lo leo, y pensaría 2 o 3 veces antes de incluir algunas palabras que usó Witz en algún poema propio-.

Agradezco tremendamente que me llame poeta: escribo poemas de vez en vez, pero me considero más músico y escritor y novelista que poeta. O mejor dicho, el acto mismo de escribir poesía para mí es algo que tiene un mucho de íntimo. Por eso escribo poca poesía, y la poca que escribo la paso por criba y criba y criba antes de ponerla siquiera como entrada de este blog.

Habría qué ver quiénes fueron los cambiaron el foco o el eje de la discusión inclinándolo al lado moral, social, político y demás. Una cosa es cierta, el escándalo, la intención de intranquilizar al sector más conservador de nuestra sociedad, tuvo éxito.

Y aquí es donde atiendo a su cuestionamiento -que también hago mío- a las autoridades en turno.

Cincuenta pesos? ¿Qué carajos fué eso?

Y no porque quiera que al poeta le carguen la mano, sino por la incongruencia de pretender atacar 'escritos, ideas o planteamientos' que son política, moral, estéticamente incómodos.

Lo he repetido y seguiré repitiendo: el día que pueda ponerme unos calzones con los colores de la bandera con todo y su escudito incluido, y no se me llame irreverente, ese día me sentiré verdaderamente mexicano.

De poco o nada sirve andarse por las ramas, y atacar los 21 versos de un poeta que, con la pizca ínfima de poeta que pudiera llegar a tener el que esto escribe, se duele también por un país que ni siquiera tiene nombre propio.

Cuando releo y pronuncio en voz alta el poema, siento una pasión tremenda, un coraje y un rencor, un afán de gritar que nadie puede negar: las cosas no andan bien, y tenemos este país vuelto de cabeza.

Y como cantó Cuco Sánchez:

Me quejo porque me duele, y ya merito me rajo...

Esa es la intención del poeta. Y al tratar de ajusticiar al poema y al poeta, los magistrados bajaron la guardia dejando ver las deficiencias tremendas que posee la constitución y códigos penales y demás, amén de permitir ver que en nuestro país, ni siquiera en 'las grandes ligas' una de las cuales es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tienen la suficiente cultura y el suficiente amor por México [México?] como para ponerse a platicar 'inter pares' con el poeta en cuestión.

Gracias por sus comentarios, Mario.

Visité a las volandas sus blogs, regresaré, téngalo por seguro. La arquitectura también me apasiona.

Salud.

J. Francisco A. Elizalde

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