Mi abuelo y la retórica

Poeta lo era, a pesar de su tiempo.

Y también sabía cómo ponerse un cuete de aquellos de padre y señor mío.

Un quince de septiembre a la media noche, en el pueblo, lo invitaron a decir 'unas palabras' al público. Se vé que autoridades y demás no tenían seso -y tampoco el valor- para decir algo a la concurrida concurrencia.

Subiendo al estrado, comenzó su arenga, y punto álgido del discurso, les descerrajó la siguiente frase:

"Eran las doce de la noche, y el sol resplandecía!"

Alguien, ebrio, feliz y contento, perdido en la multitud, le gritó:

-Pero si en la noche no sale el sol... a ver, ¿cuál sol?

Categórica respuesta de mi abuelo:

-¡¡¡El sol de la libertad, pendejo!!!

Comentarios