Sacerdotes que han dejado huella en mi vida

Pbro. Leonardo [?] Ibarra.*

En casa se hablaba de él como El Señorcura Ibarra. Mi abuela materna le ayudó muchos años -más de veinte- en su natal Tabasco, Zacatecas, en tareas de catecismo y algún que otro menester en la casa parroquial.

Lo enviaron a Jalpa como vicario sería a mediados de los 70. Culto como pocos, su biblioteca era impresionante. Supongo que libros sobre temas religiosos, creo recordar que tenía una edición de las Summa de Sto. Tomás, en un librero entre sus libreros.

Cuando las cosas andaban durísimas en casa, esto es, cuando estaba en 2do. o 3er. año de primaria y no había dinero para pagar colegiaturas, mi madre le pidió una beca, y él la concedió. La condición era mantener el promedio, cosa que sigo sin saber cómo, conseguí. Escuchaba con frecuencia que le decía a mi madre que ojalá un día yo pudiera entrar al seminario. Que cuando llegara el momento si tomaba esa decisión, él mismo se encargaría de llevarme a Zacatecas.

Murió cuando yo cursaba el 5to. o 6to. grado de primaria. Entonces aún era común que se aceptaran en el seminario a muchachos de 12 años, para cursar los estudios de secundaria. Él no alcanzó a verme terminar la primaria, de otra manera, quién sabe qué hubiera pasado entonces.


Pbro. Carlos Torres.

Rector del Seminario Conciliar de la Inmaculada Concepción, hizo estudios en Roma, y daba clases de latinidad y derecho canónico en el seminario menor y mayor, respectivamente.

Sólo después de 3 años de haber entrado en el seminario supe que él había perdido la vista del ojo izquierdo. Nunca ninguno de nosotros lo notó, aún con esto celebrara la Eucaristía correctamente, y se daba maña para conducir su propio coche.

Al terminar los cursos de humanidades él aplicaba exámenes facies facie de latín. Al terminar el segundo año de humanidades, presenté mi segundo examen, y me puso un 7. Me dijo que merecía el 10, pero que había flojeado tontamente todo el año escolar... cosa que era cierta. Ni modo. El año siguiente que volví a presentar examen en el siguiente curso, entonces me puso el 10 que un año antes me negara. A él no se le olvidó, y a mí no se me ha olvidado ese 7.

Murió en el 2001, según lo que creo.


Pbro. Héctor Cárdenas.

Lo llamábamos el Chino Cárdenas. Hombre capaz de hacer simultáneamente infinidad de cosas -nos daba clases de literatura contemporánea y mientras nos dictaba de memoria las fichas biográficas de los escritores más importantes, jugaba con las llaves del carro, leía una revista de política y revisaba exámenes de otros grupos... nos dejaba mareados, literalmente hablando. Cuando leíamos por segunda vez sus apuntes encontrábamos que no había ningún error en las fechas y lugares. Ni uno sólo.

Cuando Simitrio presentó su primer cuentario, el mítico 'Valle de cardos', estuvo él como invitado de honor y presentador. Simitrio a su izquierda y yo a su derecha, comentó al micrófono: 'Me siento como Jesús entre los dos ladrones... aunque perro no come perro'. Homenaje máximo al cabrón de Simitrio, y menos merecidamente, al que esto escribe.

Falleció en un accidente absurdo, hará cosa de 4 años.

*Recién he platicado con mi madre de este sacerdote, y ella recuerda que falleció en noviembre u octubre de 1988, ya que mi abuelo, José Elizalde Flores, falleció ese mismo año el 11 de diciembre. En ese tiempo me encontraba estudiando tercer año de secundaria, lo que echa por tierra el falso recuerdo de que no 'me llevó al seminario' porque no pudo hacerlo físicamente: la razón sería que en esos años dejó de aceptarse como seminaristas a estudiantes que no hubieran terminado los estudios escolares de secundaria. [Nota del 4 de julio de 2008].

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