De profundis

Creer cuando todo está en contra es un imperativo del Evangelio. Consiste precisamente en creer con los ojos bien abiertos, de frente y sin soslayar la realidad circundante, más dolorosa cuando dicha realidad repercute directamente en la propia vida.

Creer entonces deja de ser una abstracción y se convierte efectivamente en una norma de vida, sustentada y fortalecida por la fe misma: la fe se alimenta de la fe. Y dicha fe será probada una y otra vez en el crisol de la vida cotidiana, esa a la que falta lo mínimo apenas para sobrevivir o tratar de vivir dignamente, buscando ayudar al próxijo, al desamparado.

Cuando la necesidad emparenta los afanes del hombre, el prójimo y el desamparado por más que sean anónimos terminan siendo hermanados en virtud de la misma fe, de la misma creencia, y de la misma forma de vida. Hablar de empatía sería rebajar dicho proceso: la comunidad como tal nace y renace sobre empatías y ausencias, sobre carencias y bondades, se fortalece en el trato diario, en la preocupación permanente por los hermanos, en la búsqueda continua y constante de un bien común.

El riesgo consiste entonces, una vez conformada la comunidad, en buscar allende un plan y proyecto inicial, aquello que resulte de la suma de anhelos y deseos personales. Lo ideal es que la comunidad como tal fructifique y siga a la par recorriendo los caminos en una marcha igual, constante y semejante para todos sus miembros, mas la realidad puede verse contradecida si algunos de esos miembros pierden de vista dicho ideal, y ceden a las pulsiones y compulsiones propias, dejando de lado la búsqueda y caminar comunitarios.

Cuando esto sucede, existen dos maneras de salir adelante: la reflexión comunitaria y la reflexión personal. Si la reflexión comunitaria falla debido al elemento humano y errado, la reflexión personal ha de ser tan sincera y recta que dicha sinceridad y recitud no den lugar a doblez o tergiversación alguna: de ser necesario entonces se opera el distanciamiento de la comunidad, y aunque la búsqueda pueda comenzar nuevamente desde ceros, el crecimiento y la conciencia personal ser verán fortificados y fortalecidos, preparando al creyente a dar de nueva cuenta la cara al mundo, por más que este se empeñe en poner a prueba aquello en lo que se dice creer.

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