Qui addit scientiam, addit et laborem.
Es difícil concebir la fé como algo que puede subsistir sin problemas con el intelecto. No se trata de que uno se someta al otro, sino que ambos complementen la visión del mundo que pueda tenerse.
Resulta súmamente útil cuando se trata de explicar racionalmente el por qué se cree lo que se cree, mas cuando la fe intenta precisamente vivificar lo que se piensa pero el pensamiento no considera como un preexistente válido aquello en que se cree, el conflicto asoma y la lucha 'de intereses' resulta ser más cruel que la cruel de las batallas.
En toda lucha de fé contra intelecto se encuentra el hombre luchando contra sí mismo, por aspectos válidos ambos que son igualmente significativos en su esfera psicológica y mental, que sobresalga uno sobre otro a la fuerza siempre hará decrecer no solo a lo acallado, sino también a quien se impone.
Advierto claramente en esto la lucha constante entre el éxito y la humildad, entre el dinero y el desprendimiento, entre la abundancia y la frugalidad. Es la diferencia entre quien sufre, y quien sabe que sufre, y sufre a sabiendas que sufre.
Es en este momento, y sólo en este y nó antes, que la lucha y la tentación por ceder a acallar uno de los extremos es más fuerte que nunca: o sobresale la intelectualidad de la fé, o sobresale esta imponiéndose a una intelectualidad que será cortada de alas irremediable e irreparablemente.
...Y también en este estadio se sufre la tentación de pensar que una fé madura es aquella que ha de enfrentarse a esta lucha desgarradora entre creer y actuar, y pensar actuando sin creer. No es este conflicto ni esta lucha el indicador de una fé madura -y tampoco de un intelecto maduro y óptimo en su vocación de inteligir- sino que la madurez se dará conforme se vayan gustando, uno a uno, los estadios de esta lucha, fortaleciéndonos en nuestra vocación y llamado de creyentes, y nuestra vocación y llamado de críticos, o intelectuales.
Para cada hombre que se precie de serlo, el camino es único, y la solución también, única.
Resulta súmamente útil cuando se trata de explicar racionalmente el por qué se cree lo que se cree, mas cuando la fe intenta precisamente vivificar lo que se piensa pero el pensamiento no considera como un preexistente válido aquello en que se cree, el conflicto asoma y la lucha 'de intereses' resulta ser más cruel que la cruel de las batallas.
En toda lucha de fé contra intelecto se encuentra el hombre luchando contra sí mismo, por aspectos válidos ambos que son igualmente significativos en su esfera psicológica y mental, que sobresalga uno sobre otro a la fuerza siempre hará decrecer no solo a lo acallado, sino también a quien se impone.
Advierto claramente en esto la lucha constante entre el éxito y la humildad, entre el dinero y el desprendimiento, entre la abundancia y la frugalidad. Es la diferencia entre quien sufre, y quien sabe que sufre, y sufre a sabiendas que sufre.
Es en este momento, y sólo en este y nó antes, que la lucha y la tentación por ceder a acallar uno de los extremos es más fuerte que nunca: o sobresale la intelectualidad de la fé, o sobresale esta imponiéndose a una intelectualidad que será cortada de alas irremediable e irreparablemente.
...Y también en este estadio se sufre la tentación de pensar que una fé madura es aquella que ha de enfrentarse a esta lucha desgarradora entre creer y actuar, y pensar actuando sin creer. No es este conflicto ni esta lucha el indicador de una fé madura -y tampoco de un intelecto maduro y óptimo en su vocación de inteligir- sino que la madurez se dará conforme se vayan gustando, uno a uno, los estadios de esta lucha, fortaleciéndonos en nuestra vocación y llamado de creyentes, y nuestra vocación y llamado de críticos, o intelectuales.
Para cada hombre que se precie de serlo, el camino es único, y la solución también, única.
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