Creer hoy día

Algo que me asombra una y otra vez es consultar mi correo por la mañana, y ver que sólo uno o dos amigos muy testarudos continúan enviándome forwards. Tengo la costumbre de seleccionar todo aquello que comience con fw, y todo mensaje que no lleve claro de qué se trata. Humor, chismes, noticias, recetas, no tengo tiempo de leer semejantes correos, los selecciono y van derecho a la papelera.

Frecuentemente me llegaban cadenas, rezos, plegarias, súplicas donde un santo benévolo se troca en vengador inclemente cuando no le rezas diez padrenuestros, o envías el mismo correo que recibiste a 800 personas más.

El colmo está cuando a los rezos y plegarias se suman nombres misteriosos de supuestos sacerdotes 'sanadores' o 'curanderos', de la parroquia tal y tal, que nunca existen, y si fueran efectivamente sacerdotes, sabrían muy bien que no se puede jugar al trueque con Dios, y mucho menos sobornarlo con cadenitas y rosarios ni con clicks en el buzón de correo.

Cuando uno se dice creyente y practicante, automáticamente es encasillado en el apartado de los 'no enviar el último chiste xxx, no comentar sobre el último video porno de Jenny Rivera, no hablar del caso de un aborto realizado a una niña violada de 9 años'. Es decir, no se puede ser un creyente sin automáticamente ser estigmatizado por ello mismo, en los más distintos círculos sociales.

Ya no me incomoda, al menos ya no como antes. Y no se trata de la costumbre, sino de la experiencia diaria que demuestra algo irrefutable: al común de la gente no le gusta pensar sobre aquello que cree, o sobre aquello que no cree. Prefiere sacarle la vuelta al bulto, 'haciendo como si' realmente supiera de qué habla cuando dice creer en tal o cual cosa, en tal o cual santo, en tal o cual entidad, llámese 'San Juditas Tadeo' o 'La Santa Muerte'.

Esto viene a raíz del reciente Libros Libres de a Libra, donde tuve que dejar de lado -por no ir al caso- una queja sabrosísima de fray Andrés de Olmos, '¡Malhaya que esta plaga sigue extendiéndose como las llagas!', exclamó al ver que los indios, apenas eran dejados solos, regresaban a sus sacrificios a los dioses 'profanos'.

El creer en algo y vivir de acuerdo a ese 'algo' conlleva una renuncia automática -y a veces inconciente- a todo aquello que se opone a dicha creencia. En tal sentido, se habla de 'renunciar al pecado' y 'vivir la gracia'. [...]



Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

Comentarios