¿Por qué escribir?

Vanguardismo, clasicismo, positivismo, pesimismo, criticismo, decadentismo... póngale el nombre que se quiera, la escritura sigue siendo un medio válido para la transmisión de información cualquiera entre un emisor y un receptor, adaptándose a cualquier ideología y postura estética, y sin pertenecer en exclusiva a ninguna de ellas. Así de sencillo, y así de complicado.

Aunque pudiera existir un desplazamiento mayúsculo mirando de frente los ejes sobre los cuales gira esa transmisión de información, la cotidianeidad nos remite a 2 principales -allende las funciones humanas sensoras elementales-: vista y oído. El habla, la música, el sonido tienen tanta fuerza que como medios de transmisión de información pueden hacerle frente a la escritura y a la imagen. Y cuando se combinan elemento visual y audio se pueden montar videoclips, filmes, experimentos audiovisuales donde no entre en juego una sola palabra articulada, y donde aparezca ninguna letra.

La motivación ideológica que incluye una economía determinada -o la negación de una economía- también puede ser transladada a campos alternos a la escritura, caso que puede observarse práctica y efectivamente. Así, es posible hablar de música comunista, literatura anarquista, espectáculos socialistas y demás. Como en el caso anterior de las ideologías y corrientes estéticas, aún bajo esta última consideración, la escritura y el arte a secas [dejado de lado si el arte ha de ser útil o nó, o 'bello' o nó], la capacidad humana de vertirse en determinada forma no se supedita absoluta y totalmente ante un imperativo asfixiante. Los escritos marxistas más reconocidos como podrían ser 'El capital' no escapan a la tentación de la metáfora.

La escritura como tal será la proyección quasi inmediata -median el lápiz y el papel, o el monitor y el teclado si se piensa en una computadora- de un intelecto cualquiera que conoce un código y un lenguaje y hace uso de ellos -consciente o inconscientemente- para transmitir una idea cualquiera, generada por una experiencia personal a priori, o como resultado de una observación puntual o crítica y a posteriori del evento que originó la escritura.

La validez en este caso de lo escrito deviene de elementos ajenos a lo escrito: es la escritura probada con una 'realidad' cuantificable y verificable. En este momento es cuando el 'punto de vista' entra en acción, avalando la escritura crítica como 'válida' en un momento determinado, y permitiendo la superación de errores con aproximaciones posteriores sobre hechos ya analizados, susceptibles de posteriores replanteamientos. [...]



Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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