Dogmas de fe

Lo realmente peligroso para quien quiera estudiar a fondo la historia de los dogmas es la tentación de desligar los hechos históricos de los hechos narrados y ordenados según una tradición. En este sentido, veremos que gran parte del rito y los ritos actuales chocan con la celebración de la Cena del Señor tal como la celebraran los primeros cristianos, y que la parafernalia que rodea infinidad de homenajes y devociones resulta sobrecargada de elementos añadidos como en un pastiche: uno sobre otro, con la finalidad de alcanzar, por el sobrepeso de sus elementos, que aquello que defienden permanezca erguido.

Un sacerdote nos comentaba hablando del infausto 'Jueves de Corpus', que no era otra cosa sino una celebración que nació porque 'a una monjita se le ocurrió que no había un día especial para resaltar la presencia del cuerpo de Cristo entre nosotros', y desde allí comenzó con esa devoción estúpida: para un verdadero cristiano católico todos los días son días de Corpus. Posiblemente, y con excepción de un par de horas el Viernes Santo -por la cuestión de los husos horarios, y que en ese día no se celebra ni consagra, sino sólo se consume la reserva consagrada el Jueves Santo- todos los días del año son días de Corpus. Cualquier otra cosa está de más, es un agregado a algo que no lo necesita.

Sin ir tan lejos: el rito actual de la celebración eucarística católica, está tan lleno de elementos, fórmulas, signos y símbolos, que el común de quienes asisten se quedan con dos cosas: la explicación malhecha que hizo el padrecito sobre el evangelio -y en ocasiones los pobres ni siquiera eso obtienen- y la posibilidad de comulgar el cuerpo de Cristo en las formas del vino y el pan. Lo demás, doxología y ofrecimiento, exaltación y declaración de reinado y potestad, quedan fuera, y la función esencial del rito cristiano católico de hacer de la Misa la suprema acción de gracias, queda frustrada porque nadie da gracias ni sintoniza con el cúmulo de rezos y fórmulas oscuras.

Históricamente hablando el tema del desarrollo del rito católico de la celebración de la Cena del Señor daría para otro blog completo. Mas en nuestro caso, y en esta disquisición en concreto, se observa que lo más dañino para la Iglesia Católica en cuanto institución fundamentada 'en el Colegio Apostólico' fue la inclusión de Dogmas de fe incluso en fechas y épocas recientes. El dogma de la Dormición de la Virgen o el Tránsito de María fue proclamado en fechas tan recientes como el primero de noviembre de 1950. Y por si fuera poco, para avalarlo y dejarlo establecido de una vez por todas, se le presentó apoyado por la constitución apostólica Munificentissimus Deus.

Las Iglesias Católica y Ortodoxa tenían por lo menos un milenio con este hecho plenamente inserto en su Tradición, ¿realmente era necesario establecerlo y encerrarlo en el modelo de un dogma de fe? ¿Realmente es necesario que un católico convencido de serlo crea que María fue llevada en cuerpo y alma al cielo, para obtener la salvación eterna? ¿Entonces no bastó por sí sola la cruz, con su agonía y calvario, y mucho menos aún, la resurrección que nos alcanzó por fin la posibilidad de disfrutar la vida eterna, o la salvación de nuestra alma?

Y para no dar paso en falso -o como se dice coloquialmente, 'paso sin huarache'- para apoyar y fortificar cualquier dogma de fé sea antigüo o moderno, se agregó a las facultades omnipotentes del papa la 'infalibilidad papal'. Es un juego que consiste en afirmar que el papa, hablando 'ex cathedra' cuenta con la tradición de la Iglesia, su magisterio y su historia, amén de la escritura y del Primado de Pedro y la asistencia del Santo Espíritu, para que cualquier cosa que salga de su boca en ese momento determinante no pueda presentar fisura alguna de argumentación, coherencia y lucidez. Es decir: el papa no puede equivocarse pues cuenta con elementos más que suficientes para avalar la veracidad de lo que dictamina. Y para que no exista la menor posibilidad de disentir en dichas cuestiones: la infalibilidad papal devino también en dogma.

A poco de meter las narices en la historia de la iglesia -no la moderna, escrita por escritores modernos que más bien justifican y apologetizan, sino en los escritores contemporáneos a los grandes sucesos históricos -los padres entre ellos- y analistas puntuales de la conciencia histórica del momento- se puede apreciar que distintas afirmaciones sustentadas en la tradición católica como hechos irrefutables, hacen agua por todos lados.

Y aunque la Iglesia Católica se regocija y enorgullece declarando -cada vez menos, en razón del auge del Ecumenismo- que 'los malos católicos se vuelven protestantes, y los buenos protestantes regresan al catolicismo', la verdad es que ha callado la verdad y el hecho innegable de que varios sacerdotes eximios y de una lucidez y claridad mental extraordinarias optaron a mediados del siglo XIX por abandonar el catolicismo para abrazar la ortodoxia, y desbaratando punto por punto la historia y tradición católicas oficiales, para levantar por sí solos monumentos que aún hoy no pueden ser rebatidos o atacados por ningún ángulo que se busque. [...]



Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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