In medio virtus


La formulación de las preguntas juega un papel importantísimo en la elucidación de un problema como el de la existencia del mal.

Partir de un pre-supuesto como el de que 'Dios es necesariamente bueno y perfecto' anula y excluye cualquier tipo argumentación, a favor y en contra. Nada puede agregarse a lo ya dicho, nada puede contraponerse a lo ya dicho: la idea de Dios -absoluto- como algo necesario -indispensable, requisito imprescindible- y bueno -otro absoluto- y perfecto -otro absoluto- es una idea hecha para aplastar con su peso cualquier raciocinio, y cualquier intento de indagar qué se esconde tras las palabras 'Dios', 'necesidad', 'bueno' y 'perfección'.

Llevando esto hasta el extremo: ¿por qué tendría que ser Dios alguien 'bueno'? ¿Por qué debería -incluso- Dios sentir algún tipo de simpatía por el hombre, por la creación?

¿Por qué debemos estar completamente seguros de que 'Dios nos ama'? ¿Quién se atreve a negar que Dios puede odiar, o permanecer indiferente ante la creación?

...Es más, ¿por qué debería ser este mundo el mejor de los mundos posibles?

Si extirpáramos al hombre del mundo, aquí y ahora, en este momento, los animales seguirían matándose unos a otros, las orcas seguirían comiendo delfines, los hipopótamos destrozando cocodrilos, los leones matando gacelas, los búhos cazando ratones. ¿Realmente el mundo es 'in se' perfecto?

El intento de una Teodicea que se precie de serlo no puede partir de afirmaciones que sean sólo repeticiones de supuestos y 'pre-supuestos' previamente acordados. Dará con el rostro en tierra a poco de comenzar a andar:

un ejemplo:

al igual que el relato bíblico puede argumentarse cualquier otra causa para la creación, y los resultados serían los mismos.



Suponiendo que: Dios efectivamente crea a los ángeles. Y que uno de los ángeles se rebela. Y que ese ángel rebelde hace el mundo. Y que ese ángel rebelde crea al hombre, y le da vida. Y que ese ángel rebelde quiere imitar a Dios poniendo al hombre creado en el Edén, donde tiene que elegir -al igual que él como ángel caído llevó a cabo previamente su elección- y a raíz de esta elección, el ángel caído expulsa al hombre cumplable del Edén, mirándose a sí mismo en su creatura de hueso, carne y nervios.

Dios mira al hombre que no es culpable de haber existido en un punto y momento determinado de la historia del mundo, o en un punto determinado de la eternidad, y siente compasión de ese hombre dejado a sí mismo y bajo la mirada rencorosa de su creador lleno de envidia, y decide salvarlo.

Dios se hace hombre -supeditándose momentáneamente a la voluntad del ángel caído, quien no puede tener ningún tipo de influencia sobre él, pero sí influenciar los hechos, el corazón de quienes le rodean- y se lleva a cabo el proceso de la redención: el Cristo sufre por un hombre que nace pecador por la culpa del pecado del ángel caído.

El hombre ya no está más supeditado a la voluntad de su creador, el ángel caído, sino que puede buscar la pertenencia al Dios que le ha liberado y redimido.



Como esto, la historia bíblica de la creación puede ser perfectamente reemplazable por cualquier fábula más o menos bien argumentada.

El lector atento podrá ver que también la idea del 'bien' del 'mal' entendida como una lucha entre contrarios deberá ser revisada, repensada, analizada nuevamente, si se pretende en efecto desligarse de conceptos prefabricados. [...]


Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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