El oro de nuestros dioses

No recuerdo en dónde lo leí. Creo que fue Unamuno, aunque también pudo haber sido García Morente o Jaspers... o los tres, que andaban en la misma sintonía según se puede ver.

Decían que uno de los grandes riesgos de cualquier tipo de investigación y estudio es el de cometer actos de impiedad contra nuestros ídolos o dioses: una vez que los tocamos, irremediablemente nos quedamos con algo del polvillo de oro en las yemas de los dedos, y las figurillas mismas van luciendo más descoloridas conforme pasa el tiempo.

Respecto a mis actuales elucubraciones en torno a la patrología, y específicamente a la patrología y sus relaciones con las primeras 'herejías' cristianas, voy formándome una idea muy distinta a la que tenía sobre alquien a quien sigo estimando mucho pero cada vez justificando menos:

Agustín, el santo de Hipona.

En mis años de claustro, lo leí con gusto y también con angustia -ambas cosas son posibles: es el gusto de encontrar a alguien igual de jodido que uno, y la angustia de saber que el camino de cada uno debe ser agotado sólo por cada uno, ante esto nada valen los consejos ni monsergas ni advertencias-.

Sus Confesiones y el tratado De trinitate, sus obras retóricas y demás me atraían profundamente ya que dejaban al descubierto al erudito pagano vuelto al cristianismo, y su visión celosa de lo que debería ser la fidelidad al principio y origen de su creencia.

Mas en este punto es donde comienzan las dificultades: el origen y el momento en que apareció Agustín coincide con la etapa de una Iglesia que necesitaba a alguien capaz de comprender hasta lo más profundo la causa, razones y corrientes quasi subterráneas que daban pie a la aparición de tantas opiniones encontradas sobre el Cristo y el cristianismo en cuanto tal, y encontró en Agustín el punto de convergencia perfecto. Alter ego de Saulo, Agustín emplea el mismo celo que le llevara a su vida disipada y filosofías mundanas en la predicación, estudio y apología del cristinismo y la tradición cristiana ante los filósofos paganos. Vaya que Agustín tenía las armas igual de afiladas que sus contrincantes, y no le sacó la vuelta al bulto.

Empero, en ambos casos: ante Saulo y ante Agustín, me encuentro en un profundo dilema. Si bien es cierto que ambos fortalecen, defienden y extienden la fe cristiana, permitiendo la pervivencia de la tradición constantemente amenazada e incluso perseguida, también es cierto que por más buenas intenciones que tuvieran el cristianismo de Saulo y el cristianismo de Agustín seguramente se darían de topes ante una sola predicación del Maestro, si pudieran asistir a las reuniones como aquellas de las multiplicaciones de los panes.

Y es aquí donde momentáneamente sufro un 'impasse' -disculpe usté, estimado Jesús Olague, no hay palabra mejor para designar lo que deseo designar- y donde también experimento la necesidad de seguir adelante, sé que es parte de un proceso, pero vaya que, al menos en mi caso, hay procesos que se toman su tiempo... y algunos de ellos requieren hasta diez, quince o veinte años.

Ni modo, qué jodido estoy, qué jodido mi tiempo y estropeado mi cerebro.


Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

Comentarios

Sender Eleven ha dicho que…
¿Hipona Jalisco?