LLL

Al comenzar con el proyecto de Libres Libros de a Libra no pensé en alcanzar los 10 números. Ni que decir 20, que era harto improbable, mucho menos pensar en la cincuentena.

Pasado mañana, a menos que otra cosa, aparecerá el número 59, y quién sabe si alguna vez aparecerá el 60, por las razones que alguna vez expuse con anterioridad.

La semana pasada, el viernes 11 para ser exactos, platicando con Simitrio Quezada, reparé en un hecho curioso: medio centenar de números después y no he visto aún uno solo de los LLL impreso en papel. Conozco la versión electrónica, esa que jueves tras jueves los diseñadores gráficos cuelgan en la red, y por mi parte puedo ver el artículo correspondiente en formato .doc y .pdf, pero de allí a verlo, hojearlo y ojearlo hecho papel, hay un buen trecho que mide algo así como 1,000 kilómetros.

Como sea, Simitrio me ha comentado que está preparado el envío de varios Relojes hasta acá, es decir que podré por fin mirar cómo miraron a su vez los lectores de las ediciones impresas, dicho proyecto que el año pasado por estas fechas estaba por tomarse unas vacaciones.

Las visitas al blog donde he ido guardando las mencionadas ediciones electrónicas siguen constantes, nada fuera de lo extraordinario, una decena máximo al día, tres visitas mínimos al día: obtenga cada quien sus conclusiones. Lo que sigue exasperándome y me hace sentir afortunado de la decisión primera al aventurarme en ese proyecto, fue el no permitir, bajo ninguna circunstancia, que LLL fuera una mera 'reseña' de libros, mucho menos una síntesis o resumen del trabajo comentado. De allí que tengan su propio carácter, lejos de la ficha escolar o académica estándar, y espero, sinceramente, que hayan cumplido su cometido: picarle las costillas al lector y hacer que a su vez sienta deseos de leer los libracos de los que hablo.

A un lado de la computadora donde nacieron las Melancholias, los Sospiria, donde revisé antes de enviar al escrupuloso Simitrio Quezada los LLL, donde también nació PLGO.info y se mantiene el blog y grupo de Patrología, tengo unos cuantos libros, recostados sobre el escritorio a pesar de los reclamos de mi esposa: el Calepino de Sahagún en la edición de Pilar Máynez, el segundo tomo de la Historia de la Ciencia en México, de Elías Trabulse, el libro de Gutierre Tibón sobre el Nombre de México, Utopía y Sociedad Ideal de J. C. Davis, una autobiografía de Galina Vishnevskaya, y una biografía de María Volkonsky editada por Ediciones Vergara, de un autor cuyo nombre no recuerdo. Mi hija, cuando me ve sentado frente al monitor de la computadora que siempre tiene las tripas de fuera, se acerca a mi silla, y voltea a ver a su madre, y mientras coloca su mano sobre los libros recostados le dice:

'Íbos papi'.

Eso significa: 'Los libros de papi'.

...y me doy cuenta que ya falta poco -unos cuantos años- para que ella se embarque en esa aventura de la lectura. Deo gratias no es como su padre, ella tiene otra madera, otro carácter -puedo decir que ella sí tiene carácter- y si la lectura le gusta -hojea con cuidado excesivo sus libros y cuadernos, tachados y rallados como debe de ser, pero sin arrancarles jamás las hojas- qué mayor gusto podré tener que decirle en ese día que falta poco para que llegue: 'No hija, no son los libros de papi. Son TUS libros'.


Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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