Consejos matrimoniales para alguien que no los pidió


1.- Antes de pedir cualquier consejo, date una buena ducha. Asegúrate sobre todo, de tener bien limpios los oídos. Si escuchas sólo lo que quieres escuchar, e ignoras aquello que te desagrada, habrás perdido tu tiempo, y peor aún, el tiempo de quien te dirige la palabra. Esta última situación es lamentable: amén de tus problemas matrimoniales, te echarás encima un montón de problemas al no estar atento a aquellos que te rodean.

2.- Antes de pedir cualquier consejo, pídele consejo a tu mujer. Es denigrante para tu esposa que busques en otros lados el consuelo y la fortaleza que sólo en ella y con ella podrás encontrar. Si no toleras mirarte en sus ojos, entonces tú eres el problema, y no ella.

3.- El amor y el egoísmo son lo mismo, pero van en direcciones opuestas. El egoísmo es absolutamente imprescindible en nuestras vidas, sin egoísmo moriríamos de hambre, calor y frío. La ausencia del egoísmo es la dejadez, y la dejadez a ningún lado conduce. Cuando eres capaz de lidiar con tu egoísmo, enfrentarlo y dejarlo de lado, sólo entonces, y nunca antes, estarás listo para el amor.

4.- Cada matrimonio tiene su propia dinámica, sus propios recovecos, su propio ritmo. Lo que puede funcionar para alguien a quien admiras o envidias puede también ser nocivo para tu relación. Y lo que pudiera parecer un defecto en tu relación es probable se trate de una virtud y sólo sea necesario sincronizar actitudes, para sacar provecho y fortalecer la relación de pareja.

5.- Evita en lo posible tener miedo de ciertas palabras, que han sido mal empleadas hasta el hastío por la gente que no se detiene a pensar un poco sobre lo que hace de su vida. Una de esas palabras es 'provecho'. Cuando ambos se dan cuenta de que del matrimonio ha de sacarse provecho, ambos serán capaces de embeber en su dinámica el esfuerzo, valor, y arrojo necesario para hacer frente a los problemas de todos los días. Sólo alguien verdaderamente estúpido sería capaz de sembrar, arar y regar un naranjal sin probar siquiera un par de frutos. La cosecha es el estímulo y el fin; en el caso de la relación de pareja, la cosecha es una vendimia constante.

6.- Otra palabra a la que todo mundo tiene miedo, pero también forma parte del matrimonio, es 'defecto'. La convivencia diaria aminora o agranda los defectos, es una realidad que jamás ha de pasarse por alto. Uno se casa con una mujer de carne y hueso, con un hombre de carne y hueso. Y los huesos hacen caries, y los hombres y mujeres fallan. Sólo cuando estás conciente de esto podrás trabajar en función de las virtudes. Esto es así por una sencilla razón: nacemos siendo imperfectos y no al revés. No te permitas arrastrar defectos innecesariamente: lo mismo que buscas en tu pareja, es lo que tu pareja busca en ti.

7.- El uso de verbos imperativos cabrea a cualquiera. Pero más ha de cabrearte el no ser capaz de hacer de esos imperativos unos verbos pasivos, intransitivos. Cuando eres capaz de ordenarte algo, y ese algo realmente llevarlo a cabo, sólo en ese momento te está permitido el mirar hacia tu pareja y tratar de imponer, ordenar, indicar. Verás entonces que no es tan fácil el seguir órdenes, y menos aún, que tu pareja cumpla al pie de la letra lo que deseas.

8.- Ya que hablamos de palabras que nadie quiere oír, hay que resaltar otra que se presta a malos entendidos. 'Conmiseración'. Si va de ti hacia tu pareja, te sentirás en una posición favorable y privilegiada, si viene de tu pareja hacia ti, te sentirás humillado y menospreciado. La conmiseración es un eufemismo que esconde un par de palabras que todo mundo odia y rehúye como la peste: fracaso e impotencia. Nadie comienza una relación -nadie con una psique sana, claro está- buscando el fracaso o anhelando la impotencia. El fracaso es la antípoda del logro. La impotencia es la abdicación antes de la lucha. Evita la ruinidad de sentir conmiseración por tu pareja, y tu pareja te evitará el dolor de llamarte alguna vez fracasado o cobarde.

9.- Es más sencillo ver en los otros figuras de ángeles caídos, que la figura de demonio entronizado en nosotros mismos. Esa es la razón de que constantemente echemos la culpa de nuestro malestar a nuestra pareja, acusándola de caer y ceder, sin ver que nosotros nos envilecimos antes. En problemas de matrimonio y situaciones donde la relación está en peligro, nadie te hablará de Dios, y menos te pedirá que hagas una oración, ni por tí ni por nadie. Es por eso que la lucha que antecede a una ruptura cualquiera termina tan pronto: tenemos la tendencia a pensar que por nuestro propio esfuerzo sacamos las cosas adelante, que con la pareja y con los hijos hacemos nuestra vida, tomamos nuestras decisiones. Y eso es renegar de la familia, de los amigos que verdaderamente lo son: al igual que ellos cuentan y te pueden ayudar y levantar, o desmoralizarte y abandonarte, de la misma forma la presencia o ausencia de Dios es determinante ya vistas las cosas en conjunto. Si no quieres llamarle Dios y optas por llamar 'universo', 'karma', 'destino', 'fuerza cósmica' te encontrarás ante otro grave problema: el temor a llamar a las cosas por su nombre.

10.- Dale siempre la razón a tu pareja. Aunque no la tenga. El día que uno puede ver claramente en dónde estuvo la razón de nuestros errores y advertimos que nuestra pareja no hizo nada por convencernos de que estábamos equivocados, ese día hemos aprendido algo valioso: efectivamente, el tiempo puede curarlo todo, pero el tiempo jamás ocultará ni justificará nuestra pasada estupidez.

11.- Permítete ser orgulloso, pero sólo de las virtudes ajenas, en este caso, de las virtudes de tu pareja. Será un verdadero desperdicio que no obres así. Jamás nadie vistió de seda a un mendigo para arrojarlo en el muladar. Las exigencias y requerimientos de tu pareja sólo son los protocolos necesarios para que luzca mejor aquella parte de tí que verdaderamente vale algo.

12.- Ya sabes que no soy un cura, ni un filósofo ni un psicólogo. Sólo pretendo por esta vez, ser un amigo. Si realmente me honras con el honor impagable de considerarme tu hermano, obra en consecuencia, y afronta lo que haya que afrontar. La imbecilidad, la estupidez, la dejadez, la cobardía, la pereza son defectos que puedo tolerar en cualquiera, menos en alguien de mi familia. Recuérdalo siempre, Hermano.




Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.