Res videtur gravis


0.- ¿Apología o defensa?

Es cansado vivir esperando milagros. Vivir confiando que la vida se compondrá, que algún día habremos de ganar el Lotto o de perdido un premio en alguno de los boletitos para rascar que te venden en el Oxxo de la esquina.

Y creer que la vida puede solucionarse de una sola vez con un milagro cualquiera, no es privativo de 'la clase baja', los milagros incrementan su grado de elaboración intelectual conforme se escala en el estatus social. Al Lotto mexicano sigue el Lotto de los estados norteamericanos, el tiro de dados en el casino de moda en las Vegas o Montecarlo, las acciones suicidas de inversiones con altísimos dividendos en la bolsa de valores.

Y cuando la desazón llega, de nada vale dejar de creer en los milagros. Entonces la realidad, esa acción forzada de poner los pies en la tierra, es más demoledora al devolvernos sin previo aviso a nuestra situación, y verificar que efectivamente la mayor parte de las cosas importantes que suceden en nuestra vida no han sido decididas por nosotros, que la gratitud y el agradecimiento son ficciones, y que incluso los sistemas filosóficos, religiosos y teológicos de moda están pensados para someternos implacablemente, haciéndonos abjurar de nuestras más elementales y legítimas protestas.

Al desencanto de lo divino sucede la apatía, el encono. ¿Por qué he de preocuparme y hacer mías las problemáticas que atañen a mi vecino, a mi próximo? Y cerrando más el círculo, ¿por qué ha de interesarme el bienestar de los hijos, de mis padres o de mi pareja?

Entonces la memoria, esa arma letal, afinada por nuestra supervivencia de miles de años, se troca en puño de sal que gotea sus granos sobre las heridas hechas con las propias uñas.

Sólo entonces es posible preguntarse, no la razón de mi inclinación al prójimo que también se duele y a quien quiero además de acompañar, aliviar en su dolor, sin cuál puede ser o pudo haber sido la razón por la que alguna vez alguien me ayudó.

Resulta más enigmático el preguntarse sobre la razón y los motivos que hicieron a alguien capaz de acercarse en nuestra búsqueda, dándonos su tiempo, su escucha, y por descontado, haciendo posible que la mera 'obligación moral' se traduzca en un 'proyecto de vida' doble: tanto para vivirse como para ser vivido.

Me explico: cualquier 'proyecto de vida' entendido como una vinculación entre la acción y el deseo que rige esa acción, tiene una doble aproximación. Si me empuja a la búsqueda del prójimo, entonces hablo de vocación 'al servicio'. Esta misma puede traducirse en infinidad de formas. Pero esta misma vocación necesita, forzosamente, de un receptor. No puede ejercerse una vocación sin un receptor que sea un prójimo, ya que la existencia del prójimo sustenta y justifica la acción moral. Si un ser humano -por poner un ejemplo- se inclina a la preservación de los volúmenes de una biblioteca, esta inclinación a la biblioteconomía o bibliotecología será tomada como una 'vocación efectiva' en tanto los libros que conserva y preserva prestan alguna utilidad o servicio a los prójimos que rodean a dicho bibliotecario, bibliotecónomo o bibliotecólogo. Si desaparece el factor final, el prójimo que leerá y hará uso de esos libros, la vocación decrece quedando sólamente en 'afición', o 'hobbie'.

Una 'apología' del pesimismo es, hoy más que nunca, posible. No obstante, una defensa del 'optimismo' o de la 'esperanza' es más urgente que nunca. No porque el pesimismo o el optimismo sean estadios identificables y capaces de ser asumidos por la acción e intención humanas, sino por la dificultad que se encuentra al momento de buscar las explicaciones más profundas y elementales del comportamiento humano en sus acciones de todos los días.



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Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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