Metodología


Hay quienes, como Vargas Llosa, afirman que la mejor manera de quitarse una historia de encima es convertirla en una novela, y terminando de escribirla, inmediatamente pasar a otra cosa.

Hay otros que pensaban sobre las ideas constantes, obsesiones grabadas a fuego en lo más recóndito del cerebro, que la mejor manera de librarse de ellas era reescribir la misma historia un centenar de veces, encontrando las variaciones necesarias para permitir a la novedad persistir entre lo ya conocido. El Divino Marqués era uno de ellos.

Y más aún, hay un grupo más reducido -grupo al que me parece, pertenezco de alguna manera- que pensamos en dos tipos de literatura: la que escriben los otros y está predestinada a aparecer en las cristalerías de librerías y exposiciones, y la literatura destinada al olvido. Escribimos con la intención de que nadie se entere de lo que hemos escrito, y con la esperanza incómoda de ver publicado alguna vez eso mismo que acabamos de escribir.

Otra cosa es cierta: LPIDAATE no es una novela para concurso, y es más que dudoso que alguna vez pueda ver el papel, siquiera en forma de impresión personal para revisar el texto. Pero aún así, y con no ser la novela de las novelas, ni la novela cumbre ni nada de nada, esta novela es la primera que formalmente termino, y tiene una forma bien definida, acabada.

Ese detalle hoy me llena de satisfacción. En mi pueblo dicen que todo se parece a su dueño. Si la ven desangelada, muy softcore o de plano un tanto gore, imperfecta y vulgar, o elocuente y atrevida, todo ello, estimados lectores, será el reflejo de aquello que soy: limitaciones, carencias, algún punto a favor o virtud que aún no descubro ni percibo. Así que no le pida peras al olmo y lea como tiene que leer: sin creerse el cuento por completo.

Es el método más sano y eficaz, para no intoxicarse con historias como esa.

Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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