De pequeños infiernos y grandes enfermedades

Nueve 'premios' Ariel para 'El infierno' es un exceso. Incluso en el enfermísimo país en que vivimos.

El estrambótico ambiente de la premiación nos permitió observar la estupidez creativa y falta de imaginación en su máxima expresión. Los actores de una película que consagra al narcotráfico pidiendo que la 'guerra' se termine de una vez. Es exactamente lo mismo que pretender sofocar un incendio con un buen chorro de gasolina.

Esta doble moral es lo realmente preocupante. Independientemente de si los medios creativos también se han dejado corromper, de si existen cotos aún vedados o no a la influencia del dinero proveniente de los estupefacientes, o del papel público que desempeñan los actores, los participantes en la premiación olvidan un hecho importantísimo y contundente: al recibir los mencionados premios no son 'personajes', sino ciudadanos, comunes y corrientes y nada más.

A menos que el hecho de recibir los premios también sea una actuación, la obra maestra, y estén convencidos exactamente de lo contrario a aquello que proclaman.

Pretender que el gobierno termine con enfrentamientos y demás es algo que debió hacerse desde hace poco más de treinta años, cuando al patrullero 777 le encomendaban perseguir un camión de carga repleto de municiones y 'yerba'. Pero entonces no se hizo. Y quienes actuaron en El apando, denunciando la brutalidad policiaca y la situación denigrante de los presos olvidados por la sociedad y por el sistema de justicia mexicano, ahora pretenden que esos eran los únicos problemas que tenía el país. El tráfico poquitero, representado en aquella cápsula oculta en los genitales de la madre del Carajo, era un detalle lamentablemente necesario. Obviaron lo más delicado, la infección que ya entonces hacía estragos en México, y que aparecería poco tiempo después -involuntaria y espontáneamente- en películas pensadas para distraer al pueblo, como el cine de ficheras.

Nadie quiere recordar la serie 'Perro callejero' donde 'actuó' Valentín Trujillo, o aquella otra cinta con muchos senos al aire y sangre de utilería llamada 'Los narcosatánicos'. Nadie quiere recordar a Lola la Trailera, quien se peleaba al tú por tú contra narcotraficantes, montada en un tractocamión que transitaba por una carretera libre de baches y a 140 kilómetros por hora.

Es por esto mismo que la enfermedad que padece México necesita, más que nunca, medidas reales y crudas, y nó los buenos deseos y las falsas ilusiones de quienes piensan que el antigüo 'statu quo' era mejor que el momento que nos toca vivir aquí y ahora.

Mientras no aceptemos que México es un tranvía que ha perdido el freno, y comencemos a aligerar de males y vicios nuestro país -léase: narcotráfico, corrupción, trata de personas, pobreza, impunidad legal-, nada podremos hacer en favor de México, y a fin de cuentas, en favor nuestro.

Ahora, a los 'actores' de las películas de ficheras se les llama 'maestros' en cadena nacional y en horarios estelares. El Flaco Ibáñez, Alfonso Zayas, el Caballo Rojas son los máximos exponentes de una época de oprobio y no obstante, la desmemoria de los mexicanos los ha encumbrado hasta el punto de ofrecerlos como verdaderos guías del público infantil, con el que se tutean ante el beneplácito de padres de familia, y ejecutivos de Telerisa.

Llegará también el día en que los cómicos personajes representados por ese 'Cochiloco' sean equiparados a El Piporro: dignos representantes de una época dorada y fenecida del orgulloso cine nacional.

Mientras ese día llegue, los discursos de aquellos que ensalzan en la pantalla lo que abjuran en el podio seguirán siendo anacrónicas y sensacionalistas críticas, que poco tienen que ver también con el México que pretendieron representar ante la cámara.

Y sí, es lamentable la pérdida de vidas humanas que se ha sucitado en los últimos años. Y más lamentable aún que en periodos presidenciales anteriores nada se haya hecho al respecto. Nuestro país está engangrenado, y necesita urgentemente una amputación, donde sin dudarlo un momento, habrá pérdida de sangre al por mayor. Quien pretende que hay otra manera de curar nuestras actuales enfermedades, está en un error flagrante: no serán los delincuentes quienes depondrán las armas.

Ellos seguirán tomándose sus 'tragos coquetos' a pesar de México. Sólo espero que México sea capaz de resistir esta cirugía mayor. Sólo así se alcanzará la salud, lamentablemente, y muy a pesar de lo que digan los galardonados con esos Arieles, vacíos y hueros -y por ende, hermanados con esos otros premios que nada dicen ni importan ya: los Óscares-.


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Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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