24 descuidos por segundo.

Estoy volviéndome -sin buscarlo ni pensarlo- un especialista en películas de Güáldisney. Películas que descontaba ver algún día -como en hoy otro rubro, la 'saga' de crepúsculos y vampiros emos- están siendo mi única distracción por las tardes, a la hora de la comida. Claro que mi hija lo pasa de maravilla, pero tengo que chutarme funciones dobles o a veces triples, de películas por demás curiosas. La primera que vi completa hace ya varios meses, fue 'Blanca Nieves'. Al igual que Mary Poppins, no la había visto completa, aunque conocía pequeños cortos, por ejemplo el de los enanos cantando y bailando, o la bruja ofrenciendo la manzana, o la escena clásica del espejo omnisapiente. Cuando no hay de otra más que permanecer frente al televisor, intento mirar 'con todo candor y libre de prejuicios' esas películas, es la única manera de soportar sin perder la razón, o por lo menos terminar siendo un neurótico. Pero por más que lo intento, hay detalles que no logro ignorar por más que le hago la lucha. Un ejemplo: la cancioncilla donde 'Gruñón' despedaza el harmonium, y 'Tímido' canta una letra en donde demuestra lo cabrón que es en realidad.
Tras una mofetilla fui
Al último confín
Logró ver lo mejor de mí
Yo de ella lo más ruín.
Se supone que es la letra de una 'Canción tonta', que tendrá todo de canción, pero de tontería nada. Traducida al español actual -no el que se hablaba hace 70 años- esta 'coplilla inocente' diría:
Con una putilla fui
al último cuartito,
ella miraba mi cartera
y yo le veía el trasero.
En fin, dejemos las mofetas en su lugar, ya llegará el tiempo de ajustar las cuentas a esas miserables películas, sobre todo teniendo en cuenta que mi hija tiene a cuesta una carga genética que la inmuniza en contra de estas estupideces. Pero, algo que he podido observar entre todas las películas, es la minuciosa perfección de los filmes, que de uno a otro va mejorando tanto a nivel dibujo, como en la coloratura, textura, manejo de espacios y ensamble de escenarios.
De Blanca Nieves a Cenicienta hay una innegable diferencia, de allí hasta La bella y la bestia no se diga, y si llegamos hasta más acá, Rapunzel sobrepasa a todas las anteriores juntas y en montón. Pero, hay un filme extraño, por cuanto es descuidado y pésimamente dibujado, hasta el extremo de ser sólo una caricatura -muy mala caricatura- de uno de los cuentos favoritos del escritor argentino que últimamente merodea por aquí: Aladino. El dibujo de este filme es grosero, y más que grosero, grotesco. No es por falta de recursos, hay tomas casi montadas sobre una grúa, con aproximaciones aéreas donde el espacio es manejado con toda la habilidad que esperamos en Güáldisney. Pero la figura de Aladino, fuera de esas tomas en que aparece 'posando' para la posteridad, no pasa de un mero boceto.
Esmeralda, la princesa, es dibujada con un poco más de cuidado, pero generalmente el dibujo es un dibujo falto de las minuciosas fiorituras que encontramos en La Bella durmiente, incluso en Blancanieves. Pero, como ya lo he mencionado, esto es adrede más que un mero descuido o falta de pericia de los estudios de animación.
La escena clave para apreciar todo lo que puede sacársele a esa figura de Esmeralda, se encuentra un poco antes del final, cuando el Gran Hechicero pretende haberla 'encantado' con la ayuda del Genio, y Esmeralda ve sobre el hombro del Hechicero y a lo lejos, a un Aladino que está a punto de robarse otra vez la lámpara mágica.
Esmeralda se transforma, de una muy caprichosa y mimada niña, en una Femme fatale, que deja boquiabierto al mismo Genio en cuestión. Los movimientos de cintura y cadera, el cambio súbito en el timbre de voz, el acercamiento vertiginoso que concluye en un beso mientras hace señas al Aladino más atolondrado del filme, están realizados con la intención de resaltar el lado más morboso de la escena en cuestión, mucho más allá de los meros cuentos para niños y quedando a un ápice de aventuras repletas de softcore de cualquier mala película gringa.
El filme fue lanzado en 1992, y está impregnado de una carga tremenda, en contra de los pueblos árabes. El Genio termina siendo un ser asexuado -con todo y tener una barba de candado muy estereotipada- que canta y baila vistiendo gustosamente camisetas ajustadas, rizos rubios, o hablando en timbres altísimos -mucho más aún que el timbre promedio femenino-.
La figura de Aladino se queda a medias entre un raterillo vulgar y un estafador vivaz. La princesa vive despreciando a cuanto pretendiente se le planta enfrente, aduciendo que sólo se casará 'por amor', y aunque la ley no se lo permita -es decir, pasándose por el arco del triunfo al mismo rey y sus leyes igual de absurdas-; La princesa termina siendo un mero esbozo también, de una muchachilla que no sabe siquiera lo que es 'un amigo de verdad' y ya busca encendidamente el amor ideal que la salve del 'mundo perfecto' en el que vive.
El sultán regordete y simpático se anula siendo una triste caricatura de un sistema político que, a través del filme, se antoja obsoleto, inútil y deslucido.
Aladino, más que la recreación del cuento clásico, se antoja una clase de adoctrinamiento en contra de cualquier influjo oriental, árabe para ser más exactos.
Obteniendo las conclusiones de los diferentes axiomas explicados en el filme, se obtendrá que:
  1. Las mujeres sólo son mujeres en cuanto son capaces de satisfacer cualquier deseo, fantasía y capricho del hombre.
  2. El hombre debe estar atento para obtener las ganancias más jugosas, incluso si es necesario venderle su misma alma al diablo y llevándose 'entre las patas' a quien ose ponerse en su camino.
  3. Las instituciones clásicas, sea cual sea su rubro -gobierno, estado, religión, iglesia- son entidades egoístas y encerradas, asfixiándose con (y en) sus propios aires de grandeza.
  4. Cualquier forma y estilo de vida, puede desaparecer si existe una razón lo suficientemente válida para hacerlo, sea interna o externa.
  5. Toda forma extrema de poder absoluto puede petrificarse, motivándose suficientemente el mismo motor que previamente aniquiló otras manifestaciones de ese mismo poder absoluto -el Gran Hechicero que pide ser Genio y termina encerrado en otra lámpara de aceite-. 
Aladino, en tanto filme, es una caricatura grotesca del mundo árabe, sus tradiciones, costumbres y su gente. Las mujeres que vagan sin velo -prostitutas- pueden hacer lo que les venga en gana abandonando el palacio -tradiciones, usos y costumbres- donde encontrarán su contraparte masculina -Aladino-.
O quizá, y en lugar de pensar en Aladino, piensan en esa caterva de soldados y mercenarios pagados por el gobierno norteamericano, para la guerra cuyo 'codename' ni siquiera conoce la mayoría de los actuales padres de esos niños que se chutan sin parpadear semejantes bodrios: 'Tormenta en el desierto'.
¿O acaso hay alguien que piense que efectivamente el azar existe, y Aladino se filmó para reivindicar el buen nombre del pueblo árabe, ése que escapa a sultanatos, principados y demás?
Las coincidencias no existen, y si hay alguna duda, el Genio de la lámpara -sin duda alguna- nos lo podrá confirmar.
1513 Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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