Agora.

Hipatia.


¿Hay algo más que pueda decirse sobre este nombre?


No me parece, como al parecer tampoco parece al guionista del filme, y a la escritora de 'El jardín de Hipatia', quien sólo recrea su narración sobre la base de una muy bIen conocida historia.


Con todo, hay dos cosas que agradezco al filme: la figura magnánime y exquisita de Rachel Weisz en este papel, y el final misericordioso que se le da al personaje.



Las cosas, según narran crónicas y demás, sucedieron de otra manera, acabando con el cuerpo ensangrentado y destrozado de esa admirable mujer.


Si bien el argumento histórico muestra simultáneos dos hechos alejados entre sí -la muerte de Hipatia y la quema de la Biblioteca de Alejandría- también es cierto que la realidad pudo ser muy cercana a lo representado en las escenas del filme.


El ambiente dificilísimo en que se desarrolla la película, con cristianos de un lado, romanos del otro, judíos enmedio, todos pugnando por su propio bienestar en detrimento de los demás, está magníficamente logrado por esa escenografía cuidadosa, alejada de afectaciones y sin embargo, muy efectiva.


Se ha querido ver esta película como una acusasión en contra de los cristianos, como la prueba inefable de que a ellos se debió el gran destrozo de Alejandría. De la intransigencia dogmática o doctrinal, y las ventajas que obtuvo esta 'secta' al ser aceptada formalmente por el gobierno Romano. Mas en esta situación, y quizá en otras tantas, de haber sido otra la decisión el final también habría sido el mismo. Si los judíos hubieran estado en la misma posición que los cristianos, o si los romanos hubiesen mantenido el control absoluto sobre la biblioteca, tarde que temprano ese legajo de papeles y conocimientos humanos también se habría perdido. O al menos la mayor parte.


El ambiente no puede ser más propicio y adverso. El conocimiento estaba a punto de erigirse como una facultad autónoma, independiente de la fe, independiente de la intuición anclada en lo práctico. Y aunque puede caerse en la tentación de asignar a Hipatia un papel que en su vida real, no tuvo, también es innegable que esta admirable mujer nació adelantadísima en varios siglos a su tiempo.


Incluso, su prisión y ejecución estuvieron marcados más por el temor fanático y despectivo de aquellos primeros cristianos que veían en ella no la mujer y el conocimiento, sino el agente de provocación capaz de arrancarles de las manos a sus recientes nuevos adeptos. Fue una medida lógica e irrebatible, a la vez que fatal y dolorosa para la historia del intelecto humano.


Un punto a favor, quizá el mayor de todos: la inexistencia de sobreactuaciones en el filme. Rachel es una mujer con experiencia previa, y gracias -paradógicamente- a sus participaciones en filmes como 'The mummy', pudo llegar a Agora desprovista de cualquier afectación, con una transparencia y frescura maravillosas. Quizá y sólo -por la visión demasiado obtusa que tengo- podría perder un punto el filme debido al idioma en que fue rodado: el inglés. Hablado directamente en copto, en latín o griego, este filme hubiera alcanzado la altura de un verdadero documento visual y -a pesar de sus fallos evidentes- histórico.


La escenografía es detallada, crítica, sin caer, tampoco, en lo artificial. Vemos vestidos muy sobrios, elegantes y prácticos, telas cuyas texturas se antojan actuales y antiquísimas a la vez, peinados exactos y meticulosos, poses y gestos llenos de autenticidad, espontáneos.


También, Rachel permite al observador echar una mirada rápida al problema de saberse un pequeño punto errante en el universo, a la búsqueda desesperada de un centro al qué asirse, cuando las órbitas celestes escapan al control y entendimiento humano, y pasamos de ser protagonistas a meros espectadores.


¿Hasta qué punto pudo una mujer como Hipatia, vivir como tal en el tiempo que le tocó vivir?


O más exactamente, ¿pudo Hipatia haber escapado de algún modo, echando mano de su sabiduría, al destino que se entretejió a su alrededor?


La figura paterna, tratando a su hija como un par en cuestiones de estudio y conocimientos, tampoco puede escapar al momento histórico que le ha tocado vivir. Se cuestiona y pregunta sobre el destino que le está involuntariamente ayudando a construir a su hija, sobre la suerte que correrá ella, una vez que él no esté más.


Y como mujer, Hipatia no escapa a esas mismas interrogantes. En teoría, las formas geométicas, los cálculos matemáticos son exactos.


Pero en la práctica, por más hermosos que sean esos mismos cálculos, la sabiduría humana es tan frágil como los pergaminos en que ha sido plasmada. Los pergaminos, frágiles receptáculos del conocimiento humano, tienen un final trágico al igual que Hipatia. Ella prevé que al igual que ellos, su vida misma es nada al lado de las grandes elípticas, al lado esa historia del intelecto y las formas intelectuales que le sobrepasa, y cuya característica principal es la de ser una constante inamovible, en donde el tiempo no hará mella alguna.


De allí la tragedia de Hipatia. Encerrada en un mundo que era incapaz de comprenderla -aunque sí capaz de temerle y admirarle por igual- ella misma se sabe elemento débil, presencia transitoria en un mundo que no terminará cuando ella no esté, y a quien no le importará siquiera su recuerdo.


Porque ante el abismo celeste, y bajo esas estrellas fijas, lo único válido es la posibilidad de entender, de comprender, de conocernos a nosotros mismos. No como aislados y encerrados en un gran cuerpo celeste, sino como hombres y mujeres liberados por un intelecto capaz de encontrar orden en el azar, continuidad en el vacío, seguridad en la obscuridad de la noche.


Finalmente, Agora es un gran poema de amor, a la vida, al estudio, al conocimiento, al amor mismo. A ese ágape que se adjudicarían los cristianos inexpertos y fanáticos tan bien retratados por Amenábar, y también los otros cristianos, cultos, letrados, capaces de hermenéutica y crítica.


Y si la idea de una escritura y de un texto sagrado absoluto, choca y sigue chocando contra el sentido común de hombres y mujeres actuales, también es cierto que no menos chocante resultan las actuales teorías cosmológicas y cosmogónicas, repletas de física cuántica y cálculo diferencial e integral.


La salvación está, y radica esencialmente, en el Amor. A la ciencia, al arte, a un Ser Supremo. Y desafortunadamente, la perdición también se da por el Amor, fuerza ciega que nos impulsa y alienta a morir en pos de algo o alguien, o a matar si es necesario.

Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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