Navegando con bandera de pendejo, o 'No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre'.


"Botas y figura, hasta la sepultura".

No fue por su propio mérito que alguien como Fox pudo llegar a la presidencia de México.

No fue su figura arrancherada, ni su experiencia al servicio de la transnacional más tranzaccional del mundo, ni por un encanto que -ya lo vemos- al lado de EPN nada puede hacer.

Fue la necesidad del cambio, y la necedad del tricolor que, pretendiendo embaucar, resultó el máximo perdedor en la contienda del 2000. Preparando la transición, echó a la arena a un gallo más bien pardo y gris, de quien nadie guarda memoria. Fue un sexenio muerto, y para muestras basta el ver cómo Salinas sigue vigente mientras en Doctor Zedillo sigue haciendo de las suyas, dando clases en universidades extranjeras y cobrando en dólares.

Y aunque navegue con bandera de pendejo, Fox no lo es.

Está conciente del papel histórico que le tocó desarrollar -y también de los papelones históricos que interpretó, nomás de pura puntada- ya estando en la silla presidencial. Claro que una vez en el poder se encontró con que dicho poder apenas era un título y poco más: con las cámaras en contra y todo el aparato ideológico y logístico del tricolor aún funcionando, nada pudo hacer ni por el país ni por nadie en su gestión.

Calderón fue mucho más allá. Tomó los principales riesgos del país, sabiendo que la única manera de desbaratar la logística tricolor consistía en cortar de tajo con las turbias negociaciones entre los tricoloros y el crimen organizado. Y aquí comienza el cuento.



Marta Sahagún y su fundación 'Vamos México' tuvieron manejos no muy claros de dineros que finalmente llevaron a una auditoría que se gritó a los cuatro vientos, y jamás se llevó a cabo. Y por si fuera poco, Fox, un par de semanas antes de abandonar el cargo, abolió de una vez y quizá para siempre, la pena de muerte en México, que estaba efectivamente registrada y operante en esa parchada e insufrible Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Si quiere saber por qué la abolió, busque en línea los artículos donde estaba consignada, y no le será difícil sacar sus propias conclusiones.

Fox necesitaba dejar un México tranquilo, quasi inerte, para conseguir una extensión automática del gobierno panista. Por ello era necesario echar mano de esas leyes que podían mandarlo todo por la cloaca, sin medir los alcances de sus acciones. Recordamos los últimos meses de Fox, mostrando el cobre a diestra y siniestra, como un pavorreal loco de contento porque sus plumas están siendo finalmente expuestas en lo alto de un penacho azteca: sirviendo sólo para adornar y poco más.

Pensábamos, ¡qué bueno que ya se va! y, efectivamente, terminó yéndose. Mas ya vemos que no por mucho tiempo.

La lógica dice que para hacer un trabajo impecable, se ha de estar en el momento de la fundación y de la clausura. Igual que los mandatarios actuales de este país -y supongo que de todos los demás países- aparecen sólo en tiempos electorales y pos-electorales haciendo propuestas que difícilmente se llevarán a la obra, aunque sí sumen un monto favorable de puntos a favor.



1572
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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