'Tú creaste a Dios', o 'Evite usted mezclar té verde, cámaras de seguridad, internet y una pizca de paranoia, o estará verdaderamente perdido'.

'Person of interest' es una apuesta muy segura, y también muy inteligente. Al menos hasta donde alcanza la primer temporada.

Si los productores, fogueados con Lost y Fringe están ya bastante maduros y entrados en su negocio, esto no implica tanto el éxito como el ver ligada la ficción de la máquina omnisciente a los acontecimientos del 9/11.
Esa pizca de paranoia, espolvoreada sobre la psique norteamericana a partir de la caída de las torres, ha dado buenos dividendos. Se agilizó la economía gracias a un par de guerras e invasiones inventadas, se reactivaron los flujos de capital al tener necesariamente que buscar nuevas formas de jugar a la guerra en un mundo donde quien no entra en el juego, queda fuera irremediablemente -y esto mismo lo aprendió muy bien Calderón, por más que se vea que su sucesor no tendrá las agallas ni para conservar la presidencia aún no recibida- y más aún, afianzó esa imagen detestable de 'policía del mundo'.

Si las coincidencias, flashbacks y demás faramalla van muy de la mano con la imagen caleidoscópica de una realidad cambiante segundo a segundo por la interacción directa de las redes sociales y los grandes monopolios televisivos, también es cierto que las líneas generales de la serie adolecen, en su punto más flaco, de una manufactura eminentemente gringa, que se explica y entiende única y exclusivamente en Norteamérica, sin posibilidad de trasvasarse en otras realidades, por ejemplo, la Latinoamericana o la Europea.

Los protagonistas de la serie requieren, a pesar del ritmo desaforado y acelerado de la primera decena de capítulos, poco más de dos tercios de la primera parte para pode hacerse de un equipo logístico más o menos estable y funcional. Con los recursos con que cuenta el cerebro de toda la operación, sería de esperarse algo más que el solo hilvanar historia tras historia sin permitirse ver el resultado final o por lo menos parcial. Vemos una danza de situaciones análogas, todas con un denominador en común: el dinero.

¿Será que la máquina piensa también sólo en virtud de pérdida/ganancia? Un crimen o delito contra un particular poco o nada afecta la economía nacional, ni qué decir de la economía global. Claro, a no ser que ese individuo sea el presidente de la república, o que tengamos encima otro inminente 9/11 -cuya mente maestra será abatida diez convenientes años después-, que llevaría al traste la economía no sólo de Norteamérica, sino de todo el mundo.

Y para mantener el statu quo a nivel mundial, las agencias deben hacer un trabajo a conciencia que no teme mancharse las manos y disolver enemigos en una muy sana y recomendable ducha de arsénico o lejía calentada a generosos 180° centígrados. Pero, como siempre hay intereses encontrados e incluso antagónicos entre los mismos agremiados, no es de extrañar que una agencia termine enfrentándose a otra, mientras observan impasibles cómo al resto del mundo le sucede lo que tiene que suceder.

Con todo, y a pesar de las limitaciones y los inevitables clichés, la serie es inteligente en un punto sobre todo: en la comprobación y superación del tímido argumento sobre la existencia de un 'Big brother', y la clarificación de una entidad capaz de, finalmente decidir, poseyendo todos los datos habidos y por haber, quién vive y quién muere [teniendo un antecedente clarísimo y quizá por ello, hasta el momento casi ignorado: 'The end of violence' de Wim Wenders].

Me parece que la serie va para allá, y ese 'dios' creado para vigilar los intereses más norteamericanos terminará sometiendo a la nación 'más poderosa del mundo' al juzgarla incapaz de mantener el timón por sí misma.



Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

Comentarios

ReD ha dicho que…
aHHH le traigo ganas a esta serie.

con este post claro que ya me animé, apenas termine de ver TBG esa seguirá