我喝茶. Negro y con dos de azúcar, por favor.


Después de un par de semanas en las que no pudimos continuar nuestro proyectado estudio de Chino Mandarín, ayer Yaretzi y yo fuimos a comprar el pizarrón que tanta falta nos hacía para la práctica de la escritura y análisis de las grafías, o hanzi -汉字-.

Así que por la noche aumentamos un par de frases a 'nuestro acervo', con lo que ya podemos medio pronunciar 6 o 7 frases en total.

Como dije entonces: por algo se empieza.

Y, después del café y las galletas que tuvimos por cena, mientras practicaba la escritura de esas frases y platicando con mi esposa, comencé a sentir esa especie de 'fascinación' que Borges alguna vez también apuntó, fluye en cualquier estudiante que se emplea en el estudio de una lengua nueva.

En este caso, la maravilla radica no en la palabra misma, sino en la escritura de esas palabras.

En español, el pronombre 'Yo', emplea sólo un par de letras, que dependiendo del escribiente puede requerir 2 o 3 trazos. En chino, 'Wo' -我- ocupa 7. Para escribirlo, a nosotros nos lleva 3 veces el tiempo que utilizaríamos para escribir 'yo'.

Detalles nimios, que manifesté a Astrid.

La escritura china choca por completo con nuestra concepción de la escritura, más inmediata y hasta cierto punto, visceral.

Y fue precisamente esto, el lenguaje, el habla, lo que platicando de camino al Oxxo de nuestra colonia, Astrid y yo comentábamos del Papa recién electo apenas este jueves por la noche. Por vez primera desde que la Iglesia es tal, un Papa es capaz de hablar y decir por ejemplo, 'Padre Nuestro' y pensar, rehacer, reinstaurar, el mismo concepto cuando nosotros pronunciamos las mismas palabras.

Claro, hay algunos papas españoles, 4 si mal no recuerdo, pero tan alejados en el tiempo, que seguramente pensaban en latín -el idioma oficial de la Iglesia en aquellos ayeres- y el 'Padre Nuestro' rezado en lengua vernácula era una aberración que ni por asomo considerarían factible.

El lenguaje, el idioma, la lengua, el habla. Yaretzi Astrid posee una memoria prodigiosa, y lamentablemente, también la misma indolencia que su padre: no tolera que le repitan dos veces la misma lección. Así van las cosas.

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Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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