Metafísica, epistemología y física cuántica: The Fifth Element.


En casa y para la familia, esta es una de esas películas que pueden verse una y otra vez, retribuyéndonos siempre una invariable dosis de buen humor y entretenimiento.

Eso, 'El quinto elemento' es una película divertida y también casi un filme de divulgación con algunos tintes muy, pero muy curiosos.

Se dirá que la teoría de elementos, que la filosofía griega pre-socrática, que esto y que aquello. Que los viajes interestelares, la velocidad de la luz, la robótica, las ciudades verticales y demás.

Pero no, ninguno de esos 'elementos' me parecen tan curiosos como uno mínimo, que aparece en una de las escenas iniciales del filme, y que ha de hacer las delicias de quienes optan por visiones un tanto enajenadas, de la realidad y algunos sucedáneos, como el cine.

Al enfrentarse contra 'el mal puro' y su forma esférica -¿recordó a Borges, verdad?- y tenerle en la mira, un militar confederado -especie de soldado de unos Estados Unidos globalizados e intergalácticos- pregunta a un asistente sobre las lecturas de los instrumentos utilizados para hacer el análisis de aquella 'entidad'.

Han enviado sondas, y mencionan que reportan 'datos contradictorios'. Una lectura arroja un millón de grados, otra lectura simultánea cinco mil grados bajo cero -y no crea que el 'cero absoluto' es tan absoluto como ud. cree, es buena idea pasar por este sitio, y también asombrarse un poco por la ficción y la cinematografía superando la realidad y con creces-.

El calor extremo, el frío extremo. La aplicación de las teoría cuántica y los problemas epistemológicos insuperablemente ilustrados por el ya mítico gato de Schrödinger. Porque también en el filme aparece otro gato, -¡bizco!- a quien un Bruce Willis desenfadado cual pez en su elemento, aconseja que no vea tanta televisión 'porque se le freirá el cerebro'.

La existencia del bien y el mal en un plano simultáneo al nuestro, en una co-incidencia espacio-temporal que se rebaja a nuestro plano y sin embargo permanece inaccesible a nuestra capacidad de abstracción, escapando de las groseras, limitadas e insuficientes categorizaciones e intelectualizaciones humanas.

Sólo vemos en pantalla la imagen de un soldado fascinado por la capacidad destructiva de tal entidad. La certeza de la muerte, y la salvación en esa muerte de todo el sufrimiento, de ese plano físico en que yacemos atrapados. Exactamente el reflejo inverso de aquellos que osan ver cara a cara a Dios y su cohorte celestial, y a quienes después de ello sólo les es asegurada la ceguera; una ceguera radiante, gloriosa.

Los extremos se tocan, y ambos extremos, en este caso, permanecen mucho más allá de nuestras pobres y humanas experiencias de lo místico y lo sensible.

Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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