Tanta muerte.


De camino, al trabajo. En un crucero a escasos 100 metros donde, recién, funcionó una universidad, cerrada según las malas lenguas por extorsiones del crimen organizado, y según las versiones oficiales por vencimiento del contrato de arrendamiento.

Un hombre mira hacia el pavimento. A un lado, detrás de él, una bicicleta azul, tirada.

Hay 3 carriles de cada lado, en esa avenida que está siendo ampliada, el flujo vehicular no se da abasto, y necesitamos más carriles, o mejorar las rutas actuales para volverlas 'vías rápidas'.

Hay algo sobre el pavimento, un bulto. Estoy a una veintena de metros, parece una bolsa de mano, el hombre mira otra vez. Los conductores 'le sacamos la vuelta' a ese bulto amorfo, y como por arte de magia ese carril queda libre. Todos nos apelmazamos en los dos carriles restantes.

Reacciono: el hombre no parece herido pero la bicicleta allí, tirada, hace que pensemos que por lo menos, quizá, un buen golpe sí se llevó. En la ciudad no hay cultura vial y los ciclistas terminan muriendo, desnucados contra el asfalto. Mi hija y yo vimos un cuerpo, a una cincuentena de metros, hace tres meses, recién inaugurada otra de esas vías rápidas. Un hombre de 58 años, atropellado por una camioneta anónima, que le destrozó la columna y de paso se llevó también la bicicleta, dejándola hecha un nudo metálico.

No hay dolor en su mirada. Consternación, y la desconfianza. Voltea para ver si no viene algún otro vehículo, que le haga terminar igual. Estoy a 10 metros, y la hilera de autos me obliga a frenar. Entonces veo con claridad.

El hombre se agacha, rápido toma del collar al perro recién atropellado, y lo sube a la banqueta. El cuerpo, flexible, un mero saco de carne envuelto con piel de manchas cafés, blancas, negras y amarillas.

Pienso que aquel no era un perro callejero. Salió y se cruzó en la peor hora en uno de los peores cruceros de una de las peores ciudades del país. Alguien llevaba prisa y no alcanzó a esquivarlo, o quizá el can se atravesó imprudentemente. O alguien miró al perro, pero con luz verde enfrente y alguien detrás y a menos de 5 metros, es imposible frenar.

El imprudente muere, pero hay alguien a quien le importa aquella muerte, y piensa en los demás.

Deja la bicicleta a un costado, y busca el momento preciso para quitar al animalillo de aquel carril.

Tanta muerte. Y no son ni las siete de la mañana.



Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.