'La Ciudad de las Ideas' y 'La paradoja de la intolerancia'.

Por razones fortuitas, el domingo por la mañana, mientras lavaba los trastes y preparaba el almuerzo para mi hija y para mí, sintonicé en el canal A+ [ADN40] un fragmento de la transmisión en vivo de ese evento llamado 'La Ciudad de las Ideas' cuyo eslogan[?] o lema[?] es "Festival Internacional de Mentes brillantes".
Así que, curándome en salud, advierto:
1- el hecho de estar a punto de escribir lo que voy a escribir demuestra que no soy, en modo alguno, una 'mente brillante',
2- los ponentes son poseedores de títulos académicos y demás, así que ellos sí saben de lo que hablan,
3- el que esto escribe no tiene ni el título de su coche chocolate, así que advertido está de la categoría y nivel de este post y por último,
4- no supe si el fragmento que vi -media hora, aproximadamente, con 7 y 8 intervenciones quizá- sea o haya sido parte de alguna mesa de trabajo y por tanto, se hayan conseguido algunas conclusiones de las que no estoy ni medianamente enterado.

Dicho lo que y visto lo cual, va este esperpento:

Al realizar una búsqueda en la red de redes de mano del todosapiente Google, encuentro que la llamada 'Paradoja de la intolerancia' es un concepto que tiene algunos años dando vueltas en diferentes ámbitos, y [ya le dije, estimado poco probable lector, en el punto 3 mencionado arriba de qué iba esto] que curiosamente, coincide con el boom del concepto a partir del arribo del actual habitante a la casa oval en funciones.
Uno de los ponentes trajo a colación la archi-llevada y traída cita de Popper:

 “La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia”.

Popper lo tiene muy claro. Habla de la sociedad y la fragmentación de esta por la visión de, por lo menos, dos facciones. Tolerantes e intolerantes. Pero la cita de Popper no 'establece nada', antes bien, juega peligrosamente en el límite donde la acción y el intelecto se tocan y a la vez, se dicen adiós.

Estamos un ápice antes de que la conclusión obligatoria sea que, para cuidar la tolerancia hay que minimizar, neutralizar la intolerancia. O 'a una nada' de justificar la opresión y el silencio de los 'incómodos' por el riesgo que supone dejarlos hablar, cederles la palestra, darles un espacio para gritar sus arengas.

Los ponentes, en ese fragmento televisado que pude escuchar más que ver, adolecían la misma enfermedad. Escuché el testimonio de una alemana cuyo padre fue enviado a un campo de concentración por ser un 25% judío, escuché a otro ponente que en su niñez defendió a una anciana romaní del ataque de sus compañeros de colegio y cuyo profesor le puso una regañada de padre y señor mío al tiempo que su madre le obsequiaba un helado acompañado por una moraleja larguísima que podría reducirse al 'no calles cuando es necesario hablar'.

Popper aduce la tolerancia ilimitada como un concepto meramente abstracto. En extensión [more scholastico] esa tolerancia es semejante a cualquier idea que pueble el sistema filosófico platónico.

No veo que exista una paradoja, o que de la cita de Popper se desprenda una conclusión paradógica. Porque de existir tal, sería una deficiente adaptación de una operación matemática básica al campo de la filosofía moral: la suma de un término positivo y un término negativo siempre decrementará el valor del término positivo.

Aquí no existe paradoja alguna, por más que el contribuyente anónimo de la Wikipedia vincule el pensamiento de Popper con la teoría platónica de las ideas y de paso nos lance una perorata sobre el punto de vista de Popper sobre Aristóteles y Hegel, por decir lo menos.

Más aún, el hecho de mencionar sesgadamente a Platón, Aristóteles y Hegel me lleva a pensar que estamos ante una representación por demás abreviada del pensamiento de Popper y que, para embarcarse en un análisis justo y libre de afectaciones, deberíamos leernos por lo menos los títulos principales escritos por el autor.

Dejaré aquí a Popper y pasaré a lo que me preocupa, y no es poco. Paranoico como soy -lo sabrá V. Merced si es un poco probable asiduo visitante de este rincón dejado de la mano de Dios- percibo los dos grandes peligros que ya he mencionado: la explosión de esa llamada 'paradoja' y la coincidencia temporal de esta explosión con los tiempos que vivimos por las pésimas decisiones tomadas en la fementida casa oval.

La paradoja de la intolerancia, tal como se ha estado manejado, echa mano al mismo tiempo de un juego de conceptos válidos y de experiencias entendidas como sucesos históricos [nótese la 'h' minúscula] que chocan frontalmente entre sí, haciéndose trizas.

La tolerancia hacia los intolerantes [o la ausencia de esta] es una actitud que puede constatarse en cuanto libro de historia [oficial o no oficial] usted pueda darse la oportunidad de consultar. Pero la Historia [esa escrita con mayúsculas], rara vez ha echado mano de conceptos abstractos para conducirse. Esto incluso con movimientos que parecieran calcas de libros con doctrinas perfectamente estructuradas en las que una 'ideal' tolerancia de los intolerantes hacia los tolerantes sea posible.

Esta es la razón de que existan quienes niegan el holocausto judío y también quienes nieguen el papel tan limitado y pobre que tuvieron los evangelizadores en los primeros cinco años después de poner el pie en estas tierras del Nuevo Mundo. Si puede constatarse algo como el estalinismo será porque, efectivamente, ha quedado un registro de las tropelías y el rencor por los años de opresión y silencio. Y aunque pareciera [palabrita mágica, ¿no?] que Stalin echó mano de la ideología y la instauró y bajó del terreno de las ideas hasta el terreno del devenir histórico, también se verá que los afectados directos no eran capaces de percibir que esa realidad, la represión y el silencio, estuviesen basados en ideas enunciables en una sola sentencia.

No es posible el diálogo entre dos posturas, en este caso 'tolerantes' e 'intolerantes' cuando una de las partes se hace acompañar de la fuerza militar o la artillería. En un diálogo entendido como tal, las partes pueden cambiar una y otra vez de bando, pueden cambiar posturas y traicionar principios o valores o, si le parecen muy categóricas estas palabras, intercambiar posturas ideológicas. Véase por ejemplo, la cantidad de cuentos escritos por ese ideólogo ciego de apellido Borges cuyos personajes cambian de bando al compás de una sarabanda decimonónica.

No existe una paradoja de la intolerancia.

Existe, eso sí, la imposibilidad de la tolerancia cuando se lleva un revólver a la mesa de diálogo. Por ello, no podemos decir que el huésped actual de la casa oval sea un intolerante que rehuye el diálogo. No hay diálogo posible en tales situaciones, cuando el grito y el agravio aparecen en la primera oportunidad y el huésped mencionado se hace seguir de acompañantes que comparten la misma situación histórica y que no buscan diálogo ni intercambio alguno de ideas. La paradoja en cuanto tal, no existe.

Lo que es gravísimo, sopesando esto, es la falacia de la paradoja de la intolerancia. Cuando se nos confunde la gimnasia con la magnesia, agárrese Vd. estimado lector poco posible de este pinchurriento blog, estamos a punto de inundar la caverna platónica con plomo e hidrocarburo, sin que a espectador alguno le importe un reverendo cacahuate.

1721.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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