Una Vulgata. La Vulgata.

No tengo el dato exacto, pero el volumen que el Padre Carlos Torres tenía en su biblioteca era alguno de los que circularon bajo la edición de "Aloisius Gramatica" -en Archive hay una impresión de 1959-, y con el magnífico título de "Bibliorum Sacrorum iuxta Vulgatam Clementinam NOVA EDITIO. Breviario perpetuo et concordantiis aucta adnotatis etiam locis qui in monumentis fidei sollemnioribus et in liturgia romana usurpari consueverunt."

Debió ser en los últimos meses de 1991 o en los primeros de 1992, cuando le pedí prestado su volumen. Era muy pesado, en un tamaño cómodo y que permitía ver con claridad el aparato crítico de la edición. Mi sueño de entonces era poder tener una copia íntegra aunque fuese fotostática, pero los recursos limitados me obligaron a ser más que selectivo y, como quizá ya pueda entrever el lector de estas líneas, optar por fotocopiar solamente el Pentateuco, los Evangelios, los Hechos y el Apocalipsis.

Aunque el texto principal era claro y permitía su lectura y consulta, en las fotostáticas -por la disposición física del volumen-, resultaba difícil leer el aparato crítico: aparecía borroso cuando no prácticamente ilegible.

Aquellas copias me acompañaron en el último trayecto de Humanidades y en el Curso Introductorio, cuando encontré otra edición de la Vulgata, esta, de la Biblioteca de Autores Cristianos. Esa edición estaba recién llegada a los estantes de la Biblioteca Mayor, encuadernada en tela y su tamaño era un poco más reducido que aquella que había parcialmente ya fotocopiado.

Comparando los textos, pude constatar que los ejercicios de traducción del latín al español que venían en nuestro libro de texto estaban tomados, cuando se trataba de pasajes bíblicos, de esa versión, la Vulgata, y casi sin que nos diésemos cuenta, el libro de texto nos había amoldado el oído a la sintaxis del latín eclesiástico que podíamos leer en aquel volumen resguardado en los estantes de la Biblioteca Mayor.

Las copias fotostáticas rondan por algún rincón de la casa. Si no mal recuerdo, algunas deben tener subrayados o algún tipo de anotación de entonces y creo, que por esa misma limitación económica de entonces, que no las llevé a engargolar.

Aprovechando, pues, y al cabo de una treintena de años, pedí una copia de una edición actualizada de aquella Vulgata que leí en aquel entonces, en la edición de la BAC.

Y como dato curioso, el paquete -un sobre de cartón grueso, resguardado por una cinta con el logo de la empresa-, llegó abierto y pésimamente alguien hizo el intento de regresar la cinta a su lugar. Debió sentirse defraudado al leer entre las palabras 'Biblia' y muy probablemente, ni cuenta se dio de lo que significa 'Vulgata'. Así que el volumen llegó, a pesar de aquella violación del sobre de cartón, íntegro a casa donde, como lo he mencionado en una entrada anterior, va agregándose a esos libros que estoy recuperando poco a poco, y otros que serán añadidos hoy que ya hay una manera de hacerlo, como el Diccionario Jázaro, un librito de Aquilino Duque que presté, 'El suicido de la modernidad' -y no me fue devuelto-, y otro que viene en camino, y del que hablaré tan pronto llegue a estas tierras, después de cruzar el charquito que llamamos Océano Atlántico.

1782.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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