Mi primer CD: Beethoven, Piano Concerto No. 3, por Anton Dikov bajo la batuta de Emil Tabakov.

Era 1994, posiblemente, diciembre o quizás enero de 1995. La tienda ya no existe en la ciudad, era una sucursal de la cadena Gigante. Entré para comprar algunas cosas de uso cotidiano, y encontré una sección de música. Eran comunes los cassettes y algunos cds, títulos de moda, entre los que se coló algún cd con música 'clásica'.

Entre esos, un cd con el 3er. concierto para piano de Beethoven.

Hasta ese momento, no lo había escuchado, pero ya había oído circunstancialmente que varios pianistas de renombre lo tenían entre su repertorio. Y según un maestro del Conservatorio de las Rosas, la versión que hasta ese momento -julio de 1992- más le había impresionado y recién acaba de 'descubrir', era la interpretada por Claudio Arrau. Recuerdo que comentó que, al llegar a los registros agudos del primer movimiento, 'era como si en lugar de tocar con los dedos, estuviera dejando caer plumas sobre el teclado'. Ligero, etéreo, a pesar de lo choteado del adjetivo, 'celestial'.

No era la interpretación de Arrau sino la de Dikov. y el precio, 19,900 pesos. Así que vi los 3 cds., e hice la promesa de adquirirlos en ese orden: primero el cd con el 3er. y 4to. conciertos, después del cd con el 5 concierto y la sonata 'Patética' y por último, el que contiene los conciertos 1 y 2. Recién comenzaba a ganar mis primeros salarios y podía separar un poco para permitirme esos 'pequeños lujos'.

Lo traje en mi maleta en un recorrido de 1000 kilómetros y quien primero vió ese cd fue Simitrio Quezada, allá, en Guadalajarita.

-¿Y por qué no lo has abierto? -me preguntó.

-No tengo en dónde escucharlo. En cuanto pueda, me compraré una grabadora que tenga reproductor de cds.

Y me comentó que estaba como Ricardo Arjona [en ese entonces, uno de sus roomies era fana de Ricardo Arjona y le hacía escuchar el álbum con la canción del taxista diariamente, como una penitencia] cuya fé era tan grande que 'no tiene jardín pero ya se compró una podadora'.

Cuando pude comprar la grabadora y lo puse por primera vez, aquello fue increíble. La grabación, totalmente procesada en digital [DDD], permitía percibir detalles inverosímiles, que también resaltan las principales virtudes de esa grabación. Una claridad magnífica, un tempo sobrio y también lo suficientemente libre para dejar al pianista 'respirar' y a la orquesta llevar más que un ritmo, el soporte sonoro de todas y cada una de las líneas melódicas y elementos armónicos.

Después -muchos años después, ya brincado de lleno a este siglo XXI- escuché la versión de Arrau. No comentaré mayor cosa y sólo diré que no soy ni he sido fana de este pianista.

Hay, con todo, otra versión que me parece brillante, y aunque está quizás sobre la versión magnífica de Dikov, prefiero a esta precisamente por su honestidad que raya casi en el descaro. Esa otra versión también prácticamente perfecta es la de Zimerman, bajo la batuta ni más ni menos que de Bernstein, grabada en 1989.

El cd sigue allí, resguardado junto con sus otros 2 compañeros. Pasan los años y música permanece.

Y Beethoven, el maestro, lo sabía. ¡Vaya que lo sabía!

1786.
Nam stat fua cuiq~ dies, breue et irreparabile tempus.

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